Trabajos y Comunicaciones, 2da. Época, Nº56, e170, julio - diciembre 2022. ISSN 2346-8971
Universidad Nacional de La Plata - Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Historia.

Artículos

Un análisis de la relación del Partido Socialista y el gremio gráfico en los años treinta

Diego Ceruso

Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", Universidad de Buenos Aires - CONICET, Argentina
Cita sugerida: Ceruso, D. (2022). Un análisis de la relación del Partido Socialista y el gremio gráfico en los años treinta. Trabajos y Comunicaciones, 56, e170. https://doi.org/10.24215/23468971e170

Resumen: El trabajo revisa la dinámica del Partido Socialista en uno de los más clásicos gremios del movimiento obrero argentino: el sector gráfico. En los años treinta, el sindicato en cuestión se revela como instancia de extrema riqueza para el análisis de la experiencia socialista por diversos motivos: el vínculo entre partido y sindicato, el no tan frecuente desempeño socialista en un área industrial, el cruce entre izquierdas, clase obrera y género y las implicancias de la denominada izquierda socialista, entre algunas áreas de interés. Para ello también se enfoca, colateralmente, el despliegue del Partido Socialista en la Confederación General del Trabajo. Eso se hará con un nutrido cuerpo documental que incluye fuentes estatales, gremiales y partidarias de diversa índole y procedencia.

Palabras clave: Partido Socialista, Clase trabajadora, Década de 1930.

An analysis of the relationship between the Socialist Party and the graphic union in the 1930s

Abstract: The work reviews the dynamics of the Socialist Party in one of the most classic unions of the Argentine labor movement: the graphic sector. In the thirties, the union in question was revealed as an extremely rich instance for the analysis of the socialist experience for various reasons: the link between party and union, the not so frequent socialist performance in an industrial area, the intersection between the left, working class and gender and the implications of the so-called socialist left, among some areas of interest. For this, collaterally, the deployment of the Socialist Party in the General Confederation of Labor is also focused. This will be done with a large documentary body that includes state, union and party sources of various kinds and origins.

Keywords: Socialist Party, Working class, 1930s.

El gremio gráfico se encuentra entre los sectores de mayor tradición del movimiento obrero argentino. Con estructuras asociativas que datan de mediados del siglo XIX, como la Sociedad Tipográfica Bonaerense a partir de 1857, supo constituirse en una referencia ineludible en el mundo del trabajo. Iniciado el siglo XX, y en un período de marcada conflictividad, el sector contaba con cuatro entidades: la Unión Gráfica, de influencia socialista, la Federación de Artes Gráficas, anarquista, y dos que agrupaban por principio de nacionalidad, una francesa y la otra alemana (Di Tella, 2003, pp. 158 y ss.). Tras una huelga en 1906, estas sociedades se unificaron y formaron la Federación Gráfica Bonaerense (FGB), nacida el 3 de mayo de 1907. Inicialmente, la corriente sindicalista ejerció su influencia en el sindicato aunque con gran presencia de los socialistas que, ya en la década de 1920, moldearían su preponderancia en la conducción.

Durante gran parte de la década de 1920 el sector de los gráficos acompañó el reflujo general. La clase obrera comenzaba a transitar el sendero posterior a un ciclo que había finalizado en derrota y del cual le costó recuperarse. En 1927, se constituyó la Federación Obrera Poligráfica Argentina (FOPA), que aglutinó a la gran mayoría de los sindicatos gráficos del país y en la cual la figura del sindicalista Sebastián Marotta se destacaba. Al año siguiente, en 1928, la FGB logró el restablecimiento del convenio colectivo y la firma de una serie de reivindicaciones: normativa para las horas extras, abolición del destajo, igualación de salario entre hombres y mujeres, entre las principales. Aunque también allí los empresarios lograron plasmar medidas nocivas para los derechos obreros como el período de prueba con despido sin aviso previo, el mantenimiento de la limpieza de máquinas por parte de los trabajadores y la prohibición de impulsar propaganda dentro de las fábricas y talleres. Pero las consecuencias del conflicto de 1928 fueron más allá. Los linotipistas consideraron que el restablecimiento del convenio no atendía algunas de sus reivindicaciones específicas y conformaron una nueva agrupación que, tras la decisión de la FGB de suspenderlos como asociados, se convirtió en sindicato: la Unión Linotipista Mecánicos y Afines (ULMA), conducida por Marotta (Marotta, 1970, p. 270). Allí no faltaron las cuestiones políticas pues desde el sindicalismo se argumentaba que la FGB era “una sucursal del Partido Socialista” (Di Tella, 2003, p. 155). Los cruces entre las corrientes políticas no se limitaron al socialismo y al sindicalismo dado que en el gremio había una presencia comunista en aumento. El Partido Comunista (PC), que contaba con la figura de José Penelón desde sus comienzos, aumentó su incidencia conforme avanzaron los años veinte; aunque en 1927, de modo fugaz, vio afectada su influencia tras el alejamiento de Penelón y la posterior ruptura y conformación del Partido Comunista de la Región/República Argentina, que luego de 1930 adoptó el nombre de Concentración Obrera. Penelón contaba con vastos pergaminos que le permitieron aglutinar un respetable grupo de obreros gráficos, aunque muchos retornaron rápidamente a la estructura oficial.1 Para completar el panorama, el anarquismo contaba con un número menor de militantes y su incidencia declinante se emparentaba con su accionar en el conjunto del movimiento obrero.

En julio de 1928, la FOPA realizó un llamado oficial a la Confederación Obrera Argentina (COA) y la Unión Sindical Argentina (USA), también a los sindicatos autónomos, con el fin de iniciar el camino a la ansiada concreción de la unidad en una central de trabajadores que aglutinara a todas las expresiones sindicales del movimiento obrero. La FOPA era un reflejo de la FGB en la diversidad y presencia de las corrientes políticas: Pedro Porcel (socialista) era el secretario general, Sebastián Marotta (sindicalista) era prosecretario y Manuel Punyet Alberti (comunista) era el protesorero (Godio, 1988). En el ofrecimiento se adujo haber invitado a la FORA, aunque no queda claro si existieron negociaciones al respecto. De todos modos, inmediatamente desde La Protesta se rechazaron las gestiones por considerar que se hacía sobre los principios del reformismo (Matsushita, 1986, p. 56). Por su parte, los comunistas apoyaron las negociaciones para la fusión en un principio pero, a fines de 1928, conformaron el Comité de Unidad Sindical Clasista, como organismo propio.

Por su parte, el consenso historiográfico ha destacado el impulso recibido por la industria argentina tras los efectos más inmediatos de la crisis económica mundial a fines de 1929. Este crecimiento estuvo liderado por un conjunto de actividades productoras de bienes de consumo final que incorporaron un bajo nivel de tecnología en sus procesos productivos (Dorfman, 1942). Hacia finales de la década de 1930, el sector gráfico se encontraba en ascenso y los datos en la Capital Federal muestran prácticamente una duplicación de la cantidad de obreros en paralelo a un incremento en torno al 37 % en el número de establecimientos, si tomamos como referencia los años 1914 y 1939 (Bil, 2007, p. 42). En la misma dirección, la estadística disponible para los censos industriales de 1935 y 1946 evidencian un proceso análogo. Para 1935, se registran 637 establecimientos entre imprentas, litografías y talleres de encuadernación que ocupaban un total de 10.228 obreros; mientras que para 1946, las cifras eran de 1.035 y 20.017, respectivamente. Esta concentración tuvo su correlato en el aumento de las unidades productivas junto al afianzamiento del proceso de gran industria que lógicamente modificó el proceso de trabajo de modo franco a partir de la década de 1920. El régimen industrial o de gran industria se caracteriza por la contundente incorporación de maquinaria y el consecuente reemplazo del conocimiento específico del obrero. En el proceso de gran industria la máquina ocupa el lugar central en la producción y el obrero queda relegado a la manipulación de aquella. El pasaje del taller manufacturero a la fábrica trae aparejada una serie de consecuencias: aumento de la productividad y de la explotación, mayor control sobre el obrero y su trabajo, incremento de las dimensiones del lugar de trabajo, entre otras características (Marx, 1973, p. 374). Vale mencionar que el maquinismo y la descalificación fueron factores determinantes para que a finales de los años treinta el sector incorporara el trabajo femenino e infantil que hasta allí no habían sido de gran relevancia (Ghigliani, 1998). Como observaremos más adelante, este rasgo estructurante y tensionante de las relaciones sociales incidió en la dinámica estatal, sindical y de la clase trabajadora ofreciendo elementos para pensar la opresión específica de las mujeres (Vogel, 2013).

Como dijimos, este crecimiento del sector gráfico y el aumento numérico de la clase trabajadora se forjó en paralelo a la incidencia de las expresiones políticas de la izquierda argentina en la organización gremial. Aunque anarquistas, sindicalistas y luego los comunistas habían obtenido presencia en el sector, fueron los socialistas quienes lograron una presencia más sólida y estable que el resto de las corrientes políticas. En los años treinta, el sindicato en cuestión se revela como instancia de extrema riqueza para el análisis de la experiencia socialista por diversos motivos: el vínculo entre partido y sindicato, el no tan frecuente desempeño socialista en un área industrial, el cruce entre izquierdas, clase obrera y género y las implicancias de la denominada izquierda socialista, entre algunas áreas de interés. Dicha relación y el análisis de esa experiencia se erigen como el objetivo principal de nuestro trabajo y es el que comenzamos a deshilvanar en el siguiente apartado.

La Federación Gráfica Bonaerense, la Confederación General del Trabajo y el socialismo en los primeros años treinta

Los trabajadores gráficos iniciaron la década del treinta enmarcados por una serie de conflictos puntuales bajo la dictadura de José F. Uriburu. En las empresas Kraft, Peuser, Fabril Financiera, entre otras, se produjo una huelga por condiciones de trabajo que comenzó con anterioridad al golpe, pero luego del 6 de septiembre se puede registrar el modo en que los obreros denunciaban una patronal envalentonada e, incluso, señalaban que “la Compañía General Fabril Financiera es un arsenal y (…) en ella se arma a los obreros adventicios y se les incita a provocar desórdenes para perjudicar a los huelguistas”.2 Al mes siguiente, el Departamento Nacional del Trabajo (DNT) intervino para poner fin al diferendo al reconocer la pertinencia del reclamo obrero sobre la condición de insalubridad del trabajo gráfico en las empresas.3 En este extendido conflicto gráfico tuvieron una gran relevancia los comités de huelga de las diversas fábricas.

Como es conocido, la “Declaración de Avellaneda” del XIV Congreso Ordinario en 1918 operó como una suerte de principio rector para estructurar la mentada prescindencia socialista en el campo gremial como expresión de una concepción más amplia sobre la necesidad de construir una opción partidaria reformista, que buscara la integración al sistema social y político y que subordinara la conflictividad entre capital y trabajo a elementos más globales, entre otras características. Pero esta desarticulación de esferas que, si se quiere ir más allá, fue incluso una disociación con algunos aspectos centrales de la lucha y la organización obrera, estuvo sujeta a fuertes tensiones internas y cuestionamientos (Ceruso, 2019; Camarero, 2015). Esta política evidenció modulaciones y fue cuestionada tanto como defendida durante los años treinta en diferentes momentos, siempre teniendo como animadores centrales a la dirección partidaria y al sector compuesto principalmente por cuadros gremiales y liderados por Francisco Pérez Leirós, figura del sindicato de municipales de la Capital Federal y la más relevante del socialismo en este campo, como eje de los cuestionamientos a la política oficial y tradicional del PS.4 Durante la primera mitad de la década de 1930, el sector que impugnaba la prescindencia pareció tener una política más activa y mayor presencia en las publicaciones partidarias, también alentados por el rol relevante que otorgaba a los sindicatos la “revolución constructivista” (Tortti, 1989). Así, a partir de 1930, pero con marcado énfasis desde 1932, aquellos que propiciaban una relación más directa y fluida entre el Partido y los sindicatos fueron ganando peso en la Comisión Socialista de Información Gremial (CSIG), representación en los Congresos y visibilidad en los medios del PS.5 Prueba de ello son las composiciones de la Comisión Gremial, en donde la mayoría de sus integrantes se enrolaban en las posiciones encabezadas por Pérez Leirós, la presencia regular de intervenciones críticas a la dirección partidaria en relación al desempeño sindical del PS en la prensa y otros órganos de difusión editorial y, quizá el punto más sintomático, el Despacho Gremial del Congreso socialista realizado en Santa Fe en 1934 que contrariaba la postura tradicional de la “Declaración de Avellaneda” y marcaba una delimitación, con cierta prudencia, en el interior del PS con quienes buscaban mantener la independencia de acción entre la esfera política y la sindical (Matsushita, 1986; Tortti, 1989; Ceruso, 2017).6

En mayo de 1932, en el Congreso partidario, se evidenciaron las críticas en el mismo sentido: “el delegado del centro de Liniers afirmó que el Partido se ha desviado del camino que debió seguir desde su iniciación al despreocuparse de las luchas gremiales, lo que ha contribuido a que los trabajadores se alejen del partido”.7 Probablemente, el periódico La Nación se refiriese al gráfico René Stordeur, quien manifestaba su disconformidad con la política de prescindencia impulsada por el CE.8 Al día siguiente, en las deliberaciones sobre el plano gremial, intervino el destacado cuadro textil Juan Armendares. Se señalaba de su postura:

sostiene que no hay que desentenderse. Se refiere después a los propósitos de unidad que se animan, diciendo que primeramente hay que hacer la unidad entre nosotros, cosa que no se ha hecho por la despreocupación del Comité Ejecutivo, y porque la Comisión Socialista de Información Gremial no tiene facultades para ello,

secundado por la intervención del gráfico Luis Ramiconi. A estos argumentos respondió Manuel Palacin defendiendo las actuaciones del CE y rechazando las críticas:

Si se quiere un movimiento sindical que responda íntegramente al programa socialista debe decirse. Si se quiere que tengamos una central obrera socialista como en España y en Alemania debe plantearse la cuestión en tales términos. Pero mientras esté en vigencia la resolución del congreso de Avellaneda sobre ‘prescindencia sindical’ es absurdo pedir al CE que intente una obra de penetración en los sindicatos.9

El perfil de los cuadros integrantes de la CSIG profundizó la predisposición a establecer críticas a la postura tradicional del PS. Por caso, Salvador Gómez, en su polémica con los sindicalistas de la Unión de Linotipistas, Mecánicos y Afines en el gremio gráfico, señalaba: “¿qué creen, que las ideas políticas son algo así como un traje que debe dejarse en el umbral de la organización cuando se penetra en ella?”.10 Estos importantes cuadros socialistas de la FGB formaron parte en aquellos primeros años treinta del sector que cuestionaba aquel vínculo que desplegaba el PS en el gremialismo, aunque ya en los años setenta se evocara ello y el rol de la CSIG de modo disímil:

y debo significar que había cierto orgullo de independencia en el militante sindical con respecto a su actividad como tal; los gráficos particularmente. Los gráficos no sometían sus decisiones, sus orientaciones y su acción dentro de la Federación Gráfica Bonaerense a lo que estrictamente, en algún momento, podía haberle interesado al Partido, sino que cuidaban de defender los intereses particulares del gremio por encima de todas las cosas11

A nuestro entender, esto no implicó un cambio de estrategia del PS sino una modulación de la política oficial. Había, además de lo expuesto, fuertes motivaciones que influyeron en esta modificación táctica. De conjunto, y más elemental, el peso cada vez mayor del movimiento obrero en la dinámica política de aquellos años se enarboló como acicate de aquellos atisbos de reformulación (Herrera, 2019). Pero existieron, a nuestro juicio, situaciones coadyuvantes. La primera, la presencia de los sindicalistas en la conducción de la CGT que llevaron al extremo su perfil negociador, pragmático, moderado y conciliador junto a su discurso neutralista, de rechazo a las influencias políticas (del Campo, 2005). Esto permitió polarizar al PS y contraponer a ello una política más activa en el movimiento sindical que se expresó, no solo en la lucha contra el fascismo, sino además en las críticas al cuerpo de ideas tradicional del sindicalismo. La segunda de las causas pareció ser de índole interna. La existencia de una lozana “izquierda” partidaria que azotaba programáticamente al PS. No resulta inverosímil que la conducción partidaria haya propiciado una mayor presencia del grupo encabezado por Pérez Leirós, y en el marco de las modificaciones de concepción económica del PS y el rol de los sindicatos ya mencionado, para mostrarse permeable a las críticas referidas al rol en el ámbito gremial y así atemperar, parcialmente, la influencia del sector izquierdista, aquel que desde 1929 venía consolidándose, de Benito Marianetti en la base del PS. Un tercer factor, tenue aún, pero que pudo influir en esta variación política, fue la intención de la dirección del partido de atender la creciente incidencia comunista entre los trabajadores industriales principalmente (Camarero y Ceruso, 2020).

Pero este escenario comenzó a modificarse durante 1935 dado que el sector “izquierdista” sufrió algunos retrocesos internamente, aunque aún con importante presencia, entre el cónclave de Santa Fe y el Congreso Extraordinario para la reforma de estatutos de 1935 y el núcleo dirigente sindicalista fue depuesto de la CGT por la fuerza en diciembre de ese mismo año.12 La FGB, a quien en octubre de 1935 la dirigencia sindicalista le había negado el reingreso a la CGT, efectuaba su propio balance de lo sucedido y caracterizaba a la dirección depuesta “con el taparrabos de una pretendida ‘prescindencia’ que nunca fue un obstáculo para que se prendieran de los faldones de los políticos de la burguesía (...)”.13 Eso permitió a la dirección del PS retomar la senda de la escisión del plano político del gremial expresada en 1918 y presente, de hecho, con anterioridad. Luego de 1935, las expresiones disonantes de la estrategia oficial quedarían relegadas y la política enarbolada por los socialistas en la CGT replicó una tendencial pero cada vez más marcada autonomía de las corrientes políticas. Aún más, la CSIG, elemento más dinámico de aquellas críticas y bastión de quienes profesaban una modificación en la vinculación entre el Partido y los sindicatos entre 1930 y 1935, durante la segunda mitad de los años treinta no se mostró vital y quedó reducida a una expresión nominal, situación que había sido habilitada por la reforma de estatutos de 1935, en donde el Comité Ejecutivo se reservaba el control de la composición de la Comisión.14 Así, no es de extrañar que las posturas de la CSIG y de la dirección del PS confluyeran en la práctica. La independencia de esferas servía ahora a los intereses de denunciar el proceder de los comunistas y su política de “tutelaje”, se acusaba, en los cada vez más pujantes sindicatos industriales, tras la adopción de la estrategia del “frente popular” y su incorporación a la CGT (Piro Mittelman, 2021). La prescindencia socialista funcionaba, también, como un dique de contención frente al avance gremial del PC y la presión que este ejercía.

El Partido, principalmente su dirección, estructuró un nuevo “retorno a Justo” y a su estrategia de independencia del plano político y el gremial. Al promover la prescindencia, el PS pudo confluir con el sector liderado por el socialista ferroviario José Domenech en la CGT. Aunque ello no implicó las desavenencias en otros aspectos entre el PS y la CGT.15 Este desinterés del PS por estructurar una estrategia firme para influir en el movimiento obrero habilitó a la CGT, y a su conducción, a construir una senda autónoma y anclada en reclamos económicos y meramente sindicales. Hacia adelante, esta tendencial conducta sería cuestionada dentro de la central obrera por comunistas y socialistas que propiciaban acercar su dinámica a los partidos políticos.

En los años siguientes, dos elementos parecieron confirmarse. Uno, la reafirmación de la independencia del ámbito político del gremial por parte del PS y, segundo, la materialización del PC como un actor eminente en el movimiento obrero, fundamentalmente industrial. En los años finales de la década infame, el contexto de mayor enfrentamiento entre los líderes de la CGT y los dirigentes comunistas y socialistas más ligados al partido convirtió a la central obrera en una caja de resonancia y a la experiencia sindical de estos años en la arena en donde se saldaron múltiples debates, en los cuales el PS intervino y delineó su estrategia, o la ausencia de ella, de cara al movimiento obrero (Camarero, 2015; Ceruso, 2019).16 En los comienzos de la década de 1940 el PS podía mostrar un escenario dual respecto de su experiencia gremial. Por un lado, cuadros partidarios o dirigentes de filiación socialista conducían los más relevantes sindicatos del área de transportes y servicios y la principal central obrera. Por el otro, su peso era limitado en el sector industrial, que por aquellos años se mostraba cada vez más preponderante y proactivo. Pero, además, se evidenciaban una serie de problemáticas derivadas de su doctrina materializada en la Declaración de Avellaneda en 1918. Una de ellas era la aparente autonomización de las dirigencias sindicales respecto de las directivas partidarias. Implantado territorialmente en todo el país, con poco dinamismo organizativo y con presencia gremial aunque asediado por rupturas internas y el comunismo. Como señalamos, esta política gremial del PS ofreció momentos disímiles, modulaciones, revisiones tácticas, pero en su núcleo pareció mantenerse inalterada.17 El contexto de los primeros años de la década de 1940 parecía invitar a una reconsideración que incluyera la modificación de los principios nodales y basales y, de este modo, reconfigurar la política socialista en el sindicalismo. Algo que finalmente sucederá de inmediato tras el golpe de Estado de 1943.

Los gráficos y el socialismo frente a la segunda mitad de la década infame. Vínculos, divisiones y fuerza de trabajo femenina

Para 1935, el importante gremio de los gráficos se encontraba dividido en una serie de sindicatos, aunque dos de ellos eran los más relevantes. Por un lado, la histórica FGB, que contaba con la secretaría general de Luis Ramicone, en la que los socialistas predominaban; por el otro, estaba la menos importante ULMA, que tenía al sindicalista Marotta como máximo referente.18 Luego de la división de la CGT a fines de 1935, la FGB, que hasta allí permanecía autónoma, se incorporó a la ubicada en la calle Independencia mientras que la ULMA recaló en la restante. La decisión de la FGB fortaleció a la central, al tiempo que le permitió situarse en una mejor posición para encarar una reorganización del sindicato y obtener mejoras.19 Uno de los puntos salientes de esta campaña iniciada era la búsqueda de mecanismos de reconocimiento e institucionalización, como el impulso a las comisiones mixtas de patrones y obreros para el cumplimiento de normativas.20 En esta línea, en el mes de septiembre de 1936, la FGB presentó un pliego con un pedido de aumento salarial y varias mejoras en las condiciones de trabajo en el que se clarificaba, además, la intención de organizar a la base obrera.21

Pero aquellos años traerían nuevas preocupaciones a la FGB en el proceso de reorganización. El diagnóstico gremial hacía eje en el proceso de descalificación de la fuerza de trabajo y la consecuente incorporación de mujeres y jóvenes a los talleres gráficos. Sus cálculos oscilaban en un 15 % de mujeres sobre el total de trabajadores, y un 60 % de jóvenes.22 ¿Qué reivindicaciones específicas tenían estas trabajadoras? ¿Cuál fue el modo en que el sindicato interpeló a este sector en particular dentro de sus filas? ¿Existió una mirada específica del PS respecto del trabajo femenino en la rama gráfica? ¿De qué modo se relacionó el PS y la FGB con estas trabajadoras en ese siempre intrincado vínculo entre el partido y los sindicatos que orientaban los cuadros socialistas?

Promediando la década, y frente a las peores condiciones de trabajo de las mujeres gráficas, Ramiconi llamaba a organizarse advirtiendo:

es una mentira interesa de quienes se benefician con la desorganización aquello de que “la mujer solo debe preocuparse de la cocina, el fregado, el cuidado de los hijos”. El capitalismo se complace de halagar demagógicamente a la mujer obrera, desorientándola con burdos prejuicios para explotarla siempre más, convirtiéndola en un competidor del obrero, su hermano de clase y obstruyéndole el camino de su liberación.23

De modo disonante, el PS, desde su publicación femenina, parecía presentar una imagen alejada a la del sindicato:

sobre la mujer recae la responsabilidad de la familia; los hijos se formarán a su calor, si es inteligente y preparada, sabrá ayudar al desenvolvimiento de estos pequeños seres, de manera de no destruir su carácter y poniendo amor, mucho amor, podrá formar hombres mejores para la sociedad de mañana.24

La maternidad asociada a valores naturales como el amor y la mujer, así, era presentada como la encargada de la crianza de nuevos hombres y se enarbolaba un determinado modelo de familia a partir del cual se evaluarían las conductas (Nari, 2004). Aunque en la FGB destacaban su pericia organizativa sin por ello dejar de abonar en la construcción de una imagen dotada de elementos y valores específicos (Villalta, 2010):

y la mujer grafica en general, es una mujer inteligente, digámoslo sin falsa vanidad ni adulación. Así como sabe gustar del buen modelo de la moda en el vestir, el peinar, etc. también está dando pruebas de saber ponerse a la moda con las ideas. (…) Pero en la hora presente los magníficos ejemplos de las obreras de otros gremios de Argentina que casi a diario participan en valientes luchas, y sobre todo en el ejemplo español, aleccionan en forma concluyente a la mujer de la industria gráfica.25

No faltaban tampoco las arengas a la organización femenina en el marco de apelaciones en asociación a la mujer con las tareas que se consideraban una extensión de las labores domésticas y que, a su vez, eran ligadas a las características del cuidado, delicadeza y cariño.26

A partir de 1937, la FGB asistió a una fuerte reorganización que incluyó la incorporación de grupos sindicales que se encontraban por fuera de su estructura. Esto ocurrió en paralelo al desplazamiento de los socialistas de la conducción, que quedó en manos de algunos cuadros críticos con el PS, como Pedro González Porcel, secretario general entre 1938 y 1939, y del integrante del Partido Socialista Obrero (PSO) René Stordeur, que provenía del PS, y quien ocupó ese mismo cargo entre 1940 y 1941. El mencionado PSO era consecuencia del desenvolvimiento de una relanzada “izquierda” partidaria que fustigaba a la dirección y planteaba una serie de modificaciones programáticas, estratégicas y estructurales que redefinirían el rumbo, más bien el sentido, del PS (Herrera, 2006, pp. 137-141). Encabezados por Benito Marianetti, y dotados de una crítica que hacía eje en la necesidad de una estrategia revolucionaria, también formaron parte de esa escisión importantes cuadros del sindicalismo socialista como Luis Ramicone y Joaquín Coca, ambos del gremio gráfico.27

Este esfuerzo gráfico por ampliar y solidificar la estructura sindical se extendió por el territorio argentino con especial énfasis en Rosario, Córdoba, Mendoza, Corrientes, Tucumán, entre las principales provincias.28 Asimismo, durante 1939 y 1940, se produjo la unificación de los sindicatos del sector. Bajo la órbita de la FGB se incorporaron la ULMA, la Federación Obrera Gráfica Argentina, pequeño grupo ligado a José Fernando Penelón y su partido Concentración Obrera, y el Sindicato de Obreros Cartoneros y Anexos, ligado al PC a través de la figura de José Cucagna. En este período, la FGB continuó con sus intentos de crear y lograr la proliferación de las comisiones internas aunque con énfasis en las fábricas más importantes. La importancia que le otorgaban al asunto se puede observar en los informes de las comisiones encargadas de fomentar la creación de los organismos de base, que asiduamente procuraban mostrar los logros y señalar la dirección buscada por la conducción.29 En los últimos meses de 1940, la Federación elevó un petitorio a los industriales que incluía varias reivindicaciones de importancia para el gremio: aumento de salario, un reglamento de trabajo con mejoras en las condiciones, cumplimiento de conquistas previas, efectivización del principio de igual salario por igual tarea y la firma de un convenio colectivo para toda la rama, entre las principales demandas.30 En las negociaciones con la Sociedad de Industriales Gráficos de la Argentina, la FGB notificó constantemente a las comisiones internas de taller sobre las resoluciones que se iban adoptando. Una vez que arribaron a un acuerdo con la institución patronal, los obreros gráficos realizaron su asamblea general para aprobar el convenio firmado en el que habían obtenido un aumento de salarios, el reconocimiento de las 6 horas y mejoras varias.31 Resulta sugerente que este interés por organizar la base obrera pareció coincidir con un cambio en la dirección del sindicato en favor de cuadros socialistas que cuestionaron las clásicas posiciones y se incorporaron al PSO, al menos momentáneamente. La prueba documental no nos permite extraer conclusiones terminantes en este sentido. Asimismo, el trotskista Grupo Obrero Revolucionario, aunque desde posiciones nítidamente marginales en el gremio, frente a un conflicto atacaba a la dirección del sindicato, ligada en aquellos años al PSO, y a la minoría comunista en la figura de José Cucagna, pero llamaba a fortalecer la Federación Gráfica Bonaerense para no romper la unidad.32

En ese contexto, la FGB apelaba a las mujeres del gremio:

una madre, una hermana, una compañera, tienen un valor fundamental en la creación de una moral de lucha en los trabajadores. De su actitud depende muchas veces el que un hombre se disponga o no a exigir el cumplimiento de los derechos que le pertenecen. Ellas, las obreras, mujeres de obreros, deben contribuir a que el espíritu de cada uno esté firmemente apuntalado por la confianza de saberse comprendido, en sus ansias de lucha, en sus deseos de justicia y de mejoramiento.33

Como dijimos, la exaltación de estas características femeninas se encontraba estrechamente ligada al discurso sobre la maternidad, sus capacidades y aptitudes (Nari, 2004). Así, resultaba usual y reiterado que el propio sindicato interpelara a las trabajadoras en esos términos y habilitara, a su vez, la concepción de complementariedad del trabajo femenino.

Volvamos por un instante a la incidencia de los cuadros ahora ligados al PSO y que se encontraban en la dirección de la FGB. Las críticas al CE del PS por su política eran explícitas y se apealaba, no en pocas ocasiones, al protagonismo de las juventudes en los gremios.34 Inicialmente, el PSO postulaba explícitamente contra el apoliticismo y la prescindencia en el movimiento obrero.35 Aunque avanzaban en una precisión de lo que ello implicaba:

nosotros que somos fervorosos partidarios de la independencia y de la autonomía de las organizaciones gremiales proletarias frente a todos los partidos políticos y agrupaciones ideológicas, afirmamos, sin embargo, que esta independencia y autonomía no debe ir más allá de lo que se refiere al embanderamiento de los sindicatos, a los efectos de mantener la necesaria unidad de conjunto para la mejor y más provechosa defensa de los intereses económicos de los trabajadores organizados. Demás está decir que entendemos por embanderamiento el pretender hacer servir a las organizaciones proletarias a los intereses electorales o banderizos de partidos o agrupaciones ideológicas, pero, de ningún modo, la indiferencia o el aislamiento de las organizaciones proletarias y del proletariado mismo por la solución de los grandes problemas de orden político-social que preocupan aquí y en todas partes de las sociedades humanas. Como socialistas, tenemos siempre presente el axioma que sirve de título a estas líneas, según el cual “toda lucha económica es una lucha política”.36

Al tiempo que estructuraban una crítica al énfasis casi exclusivamente eleccionario que le adjudicaban al PS, a la CGT por su política de prescindencia y frente a la no realización de un acto unitario el 1 de mayo de 1937.37 A mediados de 1938, el PS realizó su XXIV Congreso Ordinario, en el marco de la reciente ruptura y posterior conformación del PSO y en un escenario de pérdida de representación parlamentaria tras las elecciones nacionales de 1937. En aquel cónclave se decidió suprimir las agrupaciones de oficios aún existentes, comercio y gráficos, y que sus afiliados pasen a los centros. En este debate, intervino Dickmann por el CE y apoyó la desaparición de estas agrupaciones porque: “toman aspectos corporativos, y es necesario que en las agrupaciones del Partido predominen las ideas generales de los ciudadanos y no las ideas particulares de los de oficios” y “(…) provocan resistencias y desconfianza en el movimiento gremial, al que queremos darle ideas claras, definidas y tan solo le pedimos que maduren su conciencia de clase y su conciencia política”.38 Aunque circunscripta, no queremos dejar de señalar la presencia de cuadros anarquistas en la FGB, principalmente al nivel de la organización de la base obrera, por ejemplo en una de las principales fábricas como Estampa, situada en Bolívar 1616 de la Capital Federal, en donde tuvieron cierta injerencia los anarquistas faquistas Luis Danussi y Fernando y Floreal Quesada.39

A mediados de 1941, los gráficos organizaron el congreso que constituyó la Federación Argentina de Trabajadores de Imprenta (FATI) como entidad nacional. Allí decidieron no adherir a la CGT, lo que provocó que su columna vertebral, la Federación Gráfica Bonaerense, paradójicamente, estuviera afiliada a una central a la cual la instancia nacional rechazaba (Di Tella, 2003, pp. 158 y ss.). En la conducción de la FGB, aunque con dificultades, todavía estaban representados los cuadros del PSO que lograron entronar en la secretaría general a Riego Ribas, estrecho colaborador de René Stordeur. Además de los circunstanciales integrantes del PSO, los socialistas, los comunistas, los faquistas e integrantes de la ácrata Alianza Obrera Spartacus (AOS), como dijimos, tenían presencia en el gremio.

En la continuación de la relevancia que había adquirido el trabajo femenino en el gremio, el sindicato rechazaba el trato irrespetuoso con la mujer: “tenga cuidado, amigo, que ya hay entre ellas quien ‘lo sobra’ a usted y piense bien antes de tirarse otro lance, porque puede sufrir un desengaño… muy duro. Deje su melosidad excesiva y sea más compañero… aunque tenga que hablar con más llaneza”.40 Y tanto la FGB como el PSO enfocaban sus esfuerzos en la campaña para reformar la ley de maternidad:

integrada por compañeras de distintos sindicatos, se ha constituido una Comisión Femenina que tendrá a su cargo la realización de una vasta campaña de agitación y propaganda a fin de conseguir algunas reformas de la ley de maternidad, para ampliar los beneficios que presta a las mujeres que trabajan. (…) 1- Aumento de subsidios. 2- Cuota mensual de $5 hasta que el niño cumpla 15 años. 3- Participación de las obreras en la Caja de Maternidad. (…) hagan justicia a todas las obreras que lleven el sagrado nombre de madre!41

Entre los conflictos gráficos de estos años, se destacó el ocurrido en la empresa Rosso cuando Jacobo Cosin (un antiguo cuadro del PC) renunció a la comisión interna de la fábrica por las reyertas políticas y en la cual el Partido aclaró que lo había expulsado por “provocador” y desorganizar la base de la fábrica.42 Un tiempo después, hacia fines de 1942, la comisión interna de Rosso, cuyo secretario era Jesús Longeira, reclamaba la reincorporación del José España, integrante de la Comisión Administrativa de la FGB, despedido por la patronal.43 Al igual que los cuadros de la Federación Anarco Comunista Argentina, de la AOS y los socialistas, entre los gráficos, la minoría comunista expresó su deseo de dotar al sindicato de presencia en las fábricas.44 Aunque los empresarios no cesaban en su organización para frenar este proceso y, apoyados por ejemplo por la Asociación del Trabajo, continuaban con su táctica de implantar escuelas en los sitios de trabajo para instaurar entre los obreros una educación que hiciera eje en la conciliación y los valores nacionales.45

Como es sabido, el escenario de polarización gremial tuvo en la CGT una arena preferencial. En la reunión del Comité Central Confederal de la CGT en octubre de 1942, las críticas del PC a la conducción de la central se profundizaron. Los comunistas acusaban al Secretariado y gran parte de la Comisión Administrativa de utilizar métodos burocráticos, de conducir a la institución al “neutralismo político”.46 El gráfico René Stordeur se manifestaba en la misma reunión en favor del funcionamiento de los partidos políticos en el seno del movimiento obrero, en los sindicatos y en la CGT, haciendo juego en ese plano con los comunistas y los socialistas Pérez Leirós y Borlengui.47 Ante el reiterado pedido para que la CGT aumentara su compromiso con la realidad política nacional e internacional, el socialista y secretario adjunto Almarza reafirmó los principios “de independencia absoluta del movimiento obrero, porque son los que aprendí en la Unión Ferroviaria y también los que aprendí en el partido político a que pertenecí (…)”.48

Con la división consumada y ya conocida entre ambos grupos en el interior de la CGT, el CE del PS intentó mantenerse a prudente distancia de ambos bandos e incluso ofició para mediar en esta disputa encabezada por afiliados socialistas, aunque las gestiones fracasaron debido a la negativa de Domenech a abandonar su cargo, aduciendo cumplir el mandato de su sindicato, y así facilitar la designación de un nuevo secretario general de la central (Oddone, 1949, pp. 400-401). El disenso a tres bandas entre el PS y los bandos enfrentados en la CGT solapaba ejes de disputa tan diversos como conectados que se trenzaban frente a hechos puntuales, por caso el 1 de mayo de 1943, como debates políticos, programáticos y tácticos (Herrera, 2019, pp. 37-50; Ceruso, 2019).

Reflexiones finales

La descripción sobre el itinerario de la dinámica gremial ofrece una constatación sobre el denso entramado organizativo, sindical y político, que contrasta con una relativa debilidad si atendemos estrictamente a la cuestión numérica de la organización. El sindicato tuvo su principal evolución en la faz cualitativa pues el contraste entre la década de 1920 y la de 1930, y muy marcadamente en la segunda mitad de esta, es sustancial. Al compás de un mundo gremial que ganó fuerza y complejidad, los gráficos solidificaron posiciones en varios ámbitos: reforzaron su poder de negociación, institucionalizaron su funcionamiento, cimentaron convenios colectivos, expandieron su influencia, alzaron su implantación en los sitios laborales y fueron animadores en la central obrera, entre otros elementos.

Como observamos, la FGB podía mostrar en su seno una multiplicidad de corrientes y tendencias políticas, aunque indubitablemente el socialismo ejerció su influencia de modo decisivo. Ello ofrece un matiz acerca de la presencia socialista en el mundo sindical industrial. En los primeros años treinta la dirigencia gráfica se volcó a apoyar las posiciones del espacio liderado por Pérez Leirós en referencia a la prescindencia política en el mundo gremial. Así, la postura desvencijada del tradicional enfoque socialista oficial, aún con sus modulaciones, pareció mantenerse al tiempo que la dirigencia gráfica se encolumnó en la disidencia izquierdista y luego en el PSO, ahora formando parte de una querella más general y profunda. En sintonía con ello, el sector gráfico, en la división de la central obrera, se alineó con el grupo encabezado Ángel Borlenghi, Pérez Leirós y los cuadros comunistas, y representado en la CGT N.° 2. El modo en el que estas críticas se plasmaron en la capacidad de moldear la fisonomía del sindicato es menos evidente, aunque el trabajo ofrece indicios en ese sentido.

Por último, en el análisis de las trabajadoras gráficas y la fuerza de trabajo femenina en el gremio, una de las preocupaciones centrales del sindicato, la FGB y el PS, de modo general, recalaron en apelaciones que no escapaban a las clásicas nociones sobre la concepción maternalista, apelando a ellas con tópicos propios del trabajo reproductivo, en ocasiones doméstico, y desde una concepción muchas veces subsidiaria de la práctica masculina. Y ese maternalismo, a su vez, no solo reforzaba la naturalización de la función doméstica sino que rearmaba de modo continuo la imagen sobre las dotes naturales. Esta situación, claro está, no era excepcional en el movimiento obrero ni tampoco en el socialismo argentino (Becerra, 2009). Otra de las demandas observadas, la igualdad salarial, en ocasiones se reproducía en ese mismo marco interpretativo. Así, este sector era interpelado desde la existencia de ciertas características innatas.

Como hemos visto, el trabajo avanza sobre el vínculo entre el socialismo y el mundo gremial ofreciendo un paisaje múltiple en variadas dimensiones. Desde lo político, pretendiendo capturar la dinámica de las varias corrientes políticas en el gremio y, a su vez, en el interior del socialismo mientras una parte importante de la dirigencia gráfica formaba parte de la conformación del ala izquierda disidente del socialismo. Luego, en el estudio del entramado sindical, la verificación y análisis de los mayores niveles de extensión, complejidad y pragmatismo que adquirió la propia estructura de dirección sindical de la rama y que, además, brindó la oportunidad de reparar en la relación específica con las mujeres y la fuerza de trabajo femenina.

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Notas

1 Penelón fue concejal de la ciudad de Buenos Aires en los períodos 1921-1924 y 1927-1930. Con su nuevo partido, lo fue en 1932-1936 y 1938-1941. Entre otros: Ceruso, 2014.
2 La Vanguardia, 11/9/1930, p. 5.
3 La Vanguardia, 22/10/1930, p. 5. La cuestión sobre la salubridad de la práctica laboral gráfica estuvo entre las principales preocupaciones. En particular, el saturnismo constituyó un eje permanente de la dinámica gremial.
4 Revista Socialista, n.º 32, enero de 1933; y Revista Socialista, n.º 33, febrero de 1933.
5 Comisión Socialista de Información Gremial, Organización y acción gremial de los trabajadores, Buenos Aires, 1933.
6 La Vanguardia, 28/5/1934.
7 La Nación, 28/5/1932, p. 9.
8 La Vanguardia, 27/5/1932, p. 1.
9 La Vanguardia, 28/5/1932, p. 9.
10 La Vanguardia, 18/2/1933, p. 4.
11 Entrevista a René Stordeur, p. 171, Archivo de Historia Oral, Instituto Di Tella.
12 La Vanguardia, 13/12/1935; Libertad, diario de la mañana, 29/12/1935. Los miembros de la CSIG presentes en la asonada de la CGT fueron Pérez Leirós, Juan Brennan, Enrique Porto y Francisco Aló.
13 El Obrero Gráfico, órgano de la Federación Gráfica Bonaerense, diciembre de 1935 y enero de 1936, p. 8.
14 Acción Gremial, editado por la Comisión Socialista de Información Gremial, abril de 1935.
15 La Vanguardia, 1/5/1939.
16 Para una reflexión más general sobre el vínculo entre las izquierdas y el movimiento obrero ver Ceruso y Mangiantini, 2022.
17 Parte de las precisiones y reinterpretaciones del concepto de prescindencia pueden leerse en Herrera, 2019, pp. 20 y ss.
18 Entrevista a Luis Ramicone, Archivo Historia oral/Instituto Torcuato Di Tella, p. 26. Para la figura de Ramicone ver Benclowicz, 2022.
19 El Obrero Gráfico, febrero de 1936, p. 3.
20 Visión, 10/1/1936, p. 13.
21 La Vanguardia, 14/10/1936, p. 5. El proceso de organización de base tuvo máxima expresión en los sindicatos de la construcción, textiles, metalúrgicos, entre otros (Ceruso, 2015).
22 Para la juventud, la FGB además proponía la creación de equipos deportivos (El Obrero Gráfico, noviembre y diciembre de 1936, p. 14).
23 El Obrero Gráfico, febrero de 1936, pp. 2 y 13.
24 Vida Femenina, la revista de la mujer inteligente, Buenos Aires, 15/9/1935.
25 El Obrero Gráfico, diciembre de 1936, p. 15. También ver El Obrero Gráfico, mayo de 1936, p. 15.
26 El Obrero Gráfico, octubre de 1936, p. 4.
27 Tanto Coca como Ramicone en 1939 decidieron en una asamblea de la Federación Socialista Obrera de la Capital su reingreso al PS, debido a su disconformidad con la línea en favor del comunismo encabezada por el mismo Marianetti y por Araoz Alfaro.
28 Entrevista a René Stordeur, Archivo Historia oral/Instituto Torcuato Di Tella, pp. 509-513.
29 El Obrero Gráfico, junio de 1939, pp. 8 y 9.
30 La Vanguardia, 20/10/1940, p. 5.
31 La Vanguardia, 2/12/1940, p. 1.
32 La Nueva Internacional, (Órgano del Grupo Obrero Revolucionario. 4ta Internacional. Partido Mundial de la Revolución Socialista), febrero de 1941, p. 3.
33 El Obrero Gráfico, octubre de 1940, p. 1.
34 Unidad, boletín de la Comisión pro unidad del Partido Socialista, febrero de 1937, p. 3; Juventud (editado por las JS de la Capital, adheridas a la Comisión Pro Unidad del Partido Socialista y luego Confederación Juvenil Socialista Argentina adherida al Partido Socialista Obrero). 1937, 3/2/1937, p. 3.
35 Avance. Semanario de los trabajadores (editado por la Comisión de Prensa del Partido Socialista Obrero). 1937-1938, 22/7/1937, p. 2.
36 Avance. Semanario de los trabajadores (editado por la Comisión de Prensa del Partido Socialista Obrero). 1937-1938, 2/9/1937, p. 3.
37 Avance. Semanario de los trabajadores (editado por la Comisión de Prensa del Partido Socialista Obrero). 1937-1938, 23/9/1937, p. 3. Avance. Semanario de los trabajadores (editado por la Comisión de Prensa del Partido Socialista Obrero). 1937-1938, 30/4/1938, p. 3.
38 La Vanguardia, 19/6/1938, p. 2.
39 Acción Libertaria, diciembre de 1940, p. 3; Entrevista a Luis Danussi, Archivo Historia oral/Instituto Torcuato Di Tella, 27/11/1971 y 10/12/1971, p. 77.
40 El Obrero Gráfico, octubre de 1941, p. 8.
41 El Obrero Gráfico, enero de 1942, p. 1. También en Avance. Semanario de los trabajadores (editado por la Comisión de Prensa del Partido Socialista Obrero). 1937-1938, 15/7/1937, p. 5. (Biernat y Ramacciotti, 2011).
42 Orientación, 9/4/1942, p. 6.
43 La Hora, 31/8/1942, p. 4.
44 Orientación, 4/6/1942, p. 8.
45 Artes Gráficas, enero-marzo de 1943, p. 52; Memoria y Balance de la Asociación del Trabajo correspondientes al ejercicio 1942-1943, 1943.
46 Confederación General del Trabajo, Actas de las reuniones del Comité Central Confederal efectuadas en mayo de 1940 y en octubre de 1942, Buenos Aires, 1942.
47 Confederación General del Trabajo, Actas de las reuniones del Comité Central Confederal efectuadas en mayo de 1940 y en octubre de 1942, Buenos Aires, 1942, pp. 137-138.
48 Confederación General del Trabajo, Actas de las reuniones del Comité Central Confederal efectuadas en mayo de 1940 y en octubre de 1942, Buenos Aires, 1942, p. 131. Se pronunciaba en el mismo sentido años después: Entrevista a Camilo Almarza, p. 37. Archivo de Historia Oral, Instituto Di Tella.

Recepción: 10 Abril 2022

Aprobación: 27 Junio 2022

Publicación: 22 Julio 2022

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