Trabajos y Comunicaciones, 2da. Época, Nº 44, e019, septiembre 2016. ISSN 2346-8971
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Historia

ARTÍCULO/ARTICLE

 

De la derrota a la presidencia. La trayectoria política de Eduardo Duhalde entre 1999 y 2001

 

Julián Zícari

Universidad de Buenos Aires – CONICET
Argentina
sanlofas@hotmail.com

Cita sugerida: Zicari, J.(2016). De la derrota a la presidencia. La trayectoria política de Eduardo Duhalde entre 1999 y 2001. Trabajos y Comunicaciones (44), e019. Recuperado de: http://www.trabajosycomunicaciones.fahce.unlp.edu.ar/article/view/TyCe019

Resumen
Este trabajo intentará abordar la trayectoria política de Eduardo Duhalde entre 1999 y 2001. Para ello se hará una reconstrucción histórica en base a archivos periodísticos y de diversos documentos institucionales dentro de una clave de lectura sociopolítica que destaque el rol de Duhalde dentro de una lógica de acción colectiva. Así, se podrá dar cuenta que Duhalde logró estructurar detrás de su liderazgo un amplio abanico de fuerzas que pudieron ofrecer una opción política y económica frente a la crisis final de la convertibilidad y del gobierno de la Alianza.

Palabras clave: Crisis 2001; Argentina; Duhalde; Alianza; Neoliberalismo

From the defeat to the presidency. The political career of Eduardo Duhalde between 1999 and 2001

Abstract
This paper seeks to analyze the political career of Eduardo Duhalde between 1999 and 2001. It will be a historical reconstruction for it based on journalistic files and various institutional documents within a socio-political key that emphasizes the role of Duhalde in a logic of collective action. Thus, will be realize that Duhalde achieved its leadership behind a wide range of forces that could provide a political and economic alternative into the final crisis of convertibility and the government of the Alianza.

Keywords: Crisis 2001; Argentina; Duhalde; Alliance; Neoliberalism


1- Introducción

La crisis ocurrida en 2001 es un nudo fundamental de la historia pol ítica argentina. Dicha crisis ha sido abordada desde distintos esquemas explicativos, muchas veces monocausales, ya sea desde miradas predominantemente económicas o bien centradas en lo sociopolítico. Así, para el primer tipo de miradas se ha apelado a interpretar el 2001 en función de los determinantes financieros, algunos problemas sectoriales o los distintos ciclos de acumulación del capital, hablando por ejemplo de una de crisis fiscal, una crisis bancaria, una crisis externa, una crisis de deuda, etc. El segundo tipo de miradas, en cambio, intentó concentrarse en los distintos actores sociopolíticos y sus estrategias, enfatizando la acción colectiva y los comportamientos de muchos de los protagonistas, ya sean los sectores subalternos, los grupos del capital concentrado, el FMI, las clases medias y las elites políticas, conjugando muchas veces esto con interpretaciones de tipo histórico, político e institucional1. Si bien todas las matrices analíticas esbozadas guardan elementos indispensables para abordar el 2001, dada la profundidad y la complejidad de la crisis, hasta ahora han sido pocos los trabajos que se detuvieron a analizar las trayectorias políticas particulares, intentando mostrar cómo se reconfiguraron las posiciones, alianzas y rivales dentro de un contexto histórico sumamente cambiante. Para intentar remediar esta falencia, este trabajo intentará abordar la trayectoria política de Eduardo Duhalde entre 1999, cuando su candidatura presidencial por el Partido Justicialista (PJ) perdió las elecciones, y fines del 2001, cuando en un contexto de crisis, fue designado presidente del país por la Asamblea Legislativa, una vez finalizado el gobierno de la Alianza. De esta manera, a su vez, se podrá clarificar el programa y las alianzas con las que contó Duhalde al comenzar su presidencia.

La mirada propuesta en este trabajo buscará realizar una reconstrucción en clave de la historia política de las elites para el periodo 1999-2001, en la cual se pueda dar cuenta de las tramas asumidas por diferentes actores como empresarios, sindicalistas y líderes políticos de distinto tinte y que fueron configurando un conglomerado de fuerzas que Duhalde logró reunir y plasmar detrás de sí, ofreciendo con ello un camino alternativo para salir de la convertibilidad y resolver la crisis del año 2001. Ya que ante el caos, el derrumbe económico y la fragilidad político-institucional, la existencia de un proyecto polisectorial que fuera amplio y viable no fue menor frente a circunstancias tan críticas. A su vez, siguiendo a Torre (1999), se podrá vislumbrar que el partido peronista por la vastedad y complejidad de su entramado político y social tiende a funcionar como un sistema político en sí mismo –con polos de poder internos que suelen jugar los roles extremos de oficialismo y oposición a la vez-, siendo esto más complejo todavía cuando no es el partido gobernante. Por ello mismo vale la pena seguir y rastrear la trayectoria duhaldista, puesto que en la misma se pueden observar una de las posiciones fundamentales durante la crisis y parte de las bases de la estrategia económica y política para los años 2002-2003, la cual en algunos aspectos también sería continuada por el gobierno de Néstor Kirchner posteriormente (Zícari, 2016c). Con respecto a las fuentes y la metodología del abordaje, se dará lugar principalmente al análisis de archivos periodísticos por ser los más pertinentes en términos de reconstrucción de los debates y participaciones públicas del periodo, aunque también se tomarán algunas entrevistas, libros de memorias, documentos institucionales como bibliografía secundaria de referencia.

Dicho todo esto, para llevar adelante los objetivos señalados dividiremos nuestro trabajo en tres partes. En la primera, buscaremos dar cuenta de algunas de las causas por las cuales Duhalde perdió la elección en 1999 y cómo fue el proceso de fragmentación sufrido por el peronismo una vez que abandonó el gobierno, intentando rastrear algunas de las estrategias iniciales realizadas por Duhalde desde allí. Luego, en una segunda parte, daremos cuenta sobre cómo a partir del acelerado proceso de desgaste de la crisis, Duhalde logró reunir fuerzas y aliados para influir de modo creciente en la política nacional, realizando un arduo trabajo de acumulación de poder y fuerzas políticas bajo su liderazgo. En la tercera parte nos detendremos a analizar el tramo de descomposición final del gobierno de la Alianza, con la derrota electoral de octubre y la instauración del corralito, abordando la compleja interna peronista y cómo logró Duhalde finalmente convertirse en presidente del país. Por último, cerraremos nuestro trabajo con algunos comentarios al respecto.

2-La derrota del proyecto presidencial “Duhalde 99” y la fragmentación del peronismo

La derrota sufrida por Duhalde en las elecciones presidenciales de 1999 tuvo muchas causas, ya que su campa ña electoral fue muy accidentada y contó con varias debilidades. En efecto, el proyecto presidencial de Duhalde arrastró consigo casi desde su inicio una buena cantidad de desafíos y problemas, a los cuales no siempre supo darles la mejor respuesta. Uno de los traspiés más evidentes con los que chocó fue la temprana derrota electoral de 1997 en la provincia de Buenos Aires, el propio distrito donde era gobernador y que era el lugar que planeó para lanzar su plataforma con miras a 1999, cuando presentó a su esposa Hilda “Chiche” Duhalde como principal candidata, pero que terminó siendo un trago amargo, casi premonitorio de lo que sucedería dos años después. Así, Duhalde, poco después de esa elección no tuvo alternativa y se declaró como “el padre de la derrota” (Clarín 27/10/1997). De este modo, la figura que había intentado construir hasta entonces, bajo la imagen de fortaleza y solidez, como para ser capaz de autodesignarse como “el candidato natural del peronismo2”, fue trastabillando en varias oportunidades luego de aquella derrota. En principio, porque los resultados electorales de 1997 parecieron potenciar los aires reeleccionistas de Carlos Menem y de que éste buscara la forma de forzar las normas e intentar un tercer mandato presidencial hacia 19993, lo que obligó reiteradamente a Duhalde a destinar mucho tiempo y energías para frenar esta opción; la cual sólo se pudo detener cuando Duhalde amenazó con hacer un plebiscito no vinculante contra la reelección de menemismo en Buenos Aires (La Nación 10/07/1998) y también cuando varios miembros del peronismo parecieron dejar solo en su aventura al caudillo riojano, quedando éste sin apoyo suficiente (La Nación 22/07/1998). En este sentido, además de Menem y sus amenazas, otros candidatos peronistas estuvieron dispuestos a disputarle la candidatura del partido a Duhalde: primero se lanzó Ramón “Palito” Ortega como candidato sustituto por el menemismo, quien, igualmente, y de manera paradójica, terminó sumándose al proyecto duhaldista y se convirtió en su candidato a vice-presidente. Luego de este arreglo, se sumó también la amenaza de la candidatura de otro representante del menemismo, Carlos Reutemann, así como también en paralelo estuvo la candidatura del gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá. De esta manera, la figura de Duhalde dentro del peronismo tendió a desdibujarse y a aparecer cada vez como menos “natural”, sin llegar nunca a tener el rol de líder indiscutido del partido como había proyectado.

Por su parte, otro de los motivos que llevaron a la derrota del proyecto presidencial de Duhalde fue el tipo de estrategia de diferenciación que trazó con respecto al menemismo y al discurso neoliberal que éste encabezaba, representados ambos por la convertibilidad y el tipo de cambio fijo, por el cual se hacía equivaler por ley a un dólar estadounidense con un peso argentino. En efecto, del mismo modo en que Menem había buscado convertir al peronismo en un clásico partido conservador y liberal de derecha, Duhalde intentó llevarlo en otra dirección y rumbear más bien hacia un perfil neodesarrollista, que lindaba con el populismo tradicional, y que reclamaba más participación del Estado en la economía y que hubiera una mayor sensibilidad social. En este caso, si el menemismo había terminado por construir una coalición basada en el capital financiero, los bancos, las empresas privatizadas y los organismos de crédito multilaterales, Duhalde intentó conformar una articulación entre sindicatos, pequeños y medianos productores locales y el grupo de empresarios con intereses mercadointernistas y de perfil exportador, sin excluir tampoco a grandes grupos económicos locales. Así, primero señaló con contundencia que “el modelo está agotado” (Clarín 27/07/1998), sugiriendo que las perspectivas económicas abiertas por el ciclo de la convertibilidad y del tipo de cambio fijo estaban languideciendo, dado que una recesión estaba en curso, el desempleo era un problema cada vez más grave y la competitividad externa del país iba de mal en peor. Decía Duhalde: “El modelo está agotado porque cumplió los objetivos para los cuales fue creado, que fueron derrotar la inflación y asegurar la estabilidad […] mientras más tardemos en darnos cuenta que este modelo está irremediablemente agotado, más vamos a tardar en poner en marcha uno nuevo” (Clarín 03/08/1998). De allí que en poco tiempo creó como principal lema de campaña electoral para reforzar esta idea de cara a las presidenciales de 1999 la consigna “Concertación ahora”, proponiendo suspender los despidos por un año como una forma de luchar contra la desocupación, realizar una moratoria de la deuda externa del país, crear un seguro universal de desempleo, bajar el IVA del 21% al 15%, aumentar el haber jubilatorio “como primera medida de gobierno” y aplicar alternativas económicas para favorecer a los sectores productivos –como la industria y el campo, pero no tanto a los financieros-, reforzando la idea del “compre argentino”. Aunque para ello le era indispensable contar con un fuerte respaldo dentro del PJ como hilo vertebrador de todas las fuerzas4.

Sin embargo, más allá de todos los intentos trazados, el proyecto “Duhalde 99” terminó por enfrentarse con un laberinto imposible. Por una parte, porque si bien a duras penas y con mucho esfuerzo había logrado convertirse en el candidato oficial y único del peronismo, lo cual le ofrecía la jugosa chance de disputar la elección con un partido que solía garantizarse pisos electorales cercanos al 40% de los votos, también era cierto que la mayoría de la estructura partidaria del PJ decidió no acompañarlo. Por ejemplo, sólo 5 de los 15 gobernadores peronista unieron la elección de su distrito con la presidencial, desdoblando las fechas de los comicios y la suerte de cada cual, lo que le restó a Duhalde el importante apoyo que podrían haber brindado los gobernadores desde sus provincias. Puesto que en aquél ciclo electoral el PJ se quedó con 14 gobernaciones y la Alianza sólo con 6, amén de que en el total global las listas de gobernadores peronistas se impusieron a las de la Alianza (ver Cuadro 1)5. Por otra parte, el partido de oposición con el cual Duhalde debía disputar la elección dentro un claro esquema bipartidista pareció ofrecerse como una alternativa mucho más solida y atractiva de acuerdo a lo reclamado por el electorado por entonces: por un lado, la Alianza ofrecía la imagen de transparencia y honestidad que lo diferenciaba de los principales hombres del peronismo –tanto de Menem como Duhalde, sospechados de corrupción-, y que era algo que muchos sectores de la población reclamaban, como por otro, prometía mantener el modelo económico de la convertibilidad heredado del PJ –todavía muy popular entre los votantes- y que irónicamente era la principal y casi única estrategia de diferenciación que había intentado construir Duhalde al declararlo como “agotado6”. Así, en una situación en la que parecía atrapado sin salida, Duhalde trató de hacer varias advertencias de último momento: “No quiero ser pájaro de mal agüero, pero el año que viene puede pasar como en el 89, cuando le explotó la economía en las manos al ex presidente Raúl Alfonsín”, señalando que su “modelo productivista” era lo verdaderamente opuesto al “modelo del ajuste” que encarnaba la Alianza (Clarín, 08/10/1999). En el acto de cierre de campaña, buscó ser más claro aún: “El domingo habrá muchos argentinos que estarán tentados de expresar su bronca. Querrán que cambie el gobierno. Pero la Alianza no quiere cambiar nada. Nosotros somos el cambio” (Clarín, 22/10/1999). No obstante, finalmente su derrota electoral frente a la Alianza, una coalición formada entre la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente País Solidario (Frepaso), terminó por convertirse casi en un inexorable.

Cuadro 1: Resultados de las elecciones de 1999 a nivel nacional (Presidente, Diputados y Gobernadores)

 

Presidente

Diputados

Gobernadores

Alianza

48,37 %

43,7 %

42,03 %

PJ

38,27 %

32,69 %

43,28 %

Fuente: (Cheresky, 2003: 40).

Ahora bien, debemos señalar que aunque el peso del fracaso electoral del proyecto “Duhalde 99” fue importante, los resultados obtenidos en esos comicios tuvieron un elemento que volvió a dicho golpe algo menos duro para Duhalde. Nos referimos a que la Alianza por más que haya tenido un triunfo innegable en la elección presidencial no pudo hacer de esa victoria una fiesta total, al no poder alcanzar el control de la provincia de Buenos Aires, la cual concentraba casi el 40% de la población nacional. En este caso, ello se debió a que la estrategia para 1999 del PJ bonaerense, dominado por Duhalde, fue evitar repetir algunos de los errores producidos en 1997 y buscar todas las alternativas posibles para conservar el control de la provincia. Así, de forma sorpresiva, la lista peronista que llevaba al binomio Ruckauf-Solá como candidatos a la gobernación cerró un acuerdo de último momento con el partido de Domingo Cavallo, Acción por la Republica (APR), amén de sostener una alianza con la Unión de Centro Democrática (UCeDé), para unir a esas listas con los candidatos del PJ al ejecutivo provincial. De esta forma, los tres partidos juntos le permitieron al peronismo y a Ruckauf triunfar en la provincia (Cuadro 2), dejando a la Alianza, y a su candidata estrella –Graciela Fernández Meijide-, sin la gobernación7. Con lo cual, a pesar de que Duhalde no obtuvo la presidencia del país, pudo conservar el control de gran parte de su aparato político, ubicado en el distrito más grande e importante a nivel nacional, colocar un delfín propio –el cual tenía una alta aceptación en las encuestas- y salvar así algo de su poder.

Cuadro 2: Resultados electorales en la Provincia de Buenos Aires (1997-1999)




1997

1999

Legislativa

Presidencial

Legislativa

Gobernador

Alianza

48,28 %

44,47 %

43,3 %

41,36 %

PJ

41,44 %

42,81% = 37,62 (PJ) + 5,19 (UCeDé)

41,68% = 36,69 (PJ) + 4,99 (UCeDé)

48,34 % = 37,44 (PJ) + 5,07(UCeDé) + 5,83 (APR)

Fuente: Ministerio del Interior de la Nación.

Bajo este horizonte, una vez asumida la derrota presidencial, el rumbo personal y pol ítico que se dibujó Duhalde para sí hacia el futuro fue el de combinar, a la vez, un camino de repliegue y de contraofensiva. Porque tras apagarse el sueño de alcanzar el sillón de Rivadavia, Duhalde volvió al llano sin más cargos en el Estado y con cierto repliegue hacia su vida privada, por ejemplo al volver a abrir su inmobiliaria en la cual se había refugiado durante la dictadura8. Sin embargo, esto no significó que diera por finalizado su paso por la política o que esa derrota representara una muerte política sin retorno; empero, igualmente, tampoco pareció decidirse por volver a entrar al ruedo de la competencia electoral para disputar cargos gubernamentales, como podría ser aspirar a construir una nueva oportunidad de ser presidente en 2003. Sino que más bien sus sentimientos estuvieron embarrados de espíritu revanchista, principalmente contra Carlos Menem, a quien acusaba de ser el gran responsable de arruinar su proyecto presidencial en 1999, por ello fijó también como meta como uno de sus principales objetivos casi a modo obsesivo devolver el gesto y arruinar ahora él los planes de Menem de ser en presidente en 2003 (sólo hace falta leer los reportajes de Duhalde para notar el odio y resentimiento con el que se expresa). Efectivamente, como veremos, no tuvo muchos reparos sobre cómo lograr esta meta, estando dispuesto incluso a pactar con cualquier grupo, actor o partido con tal de bloquear las perspectivas de Menem de ser presidente una vez más; aunque, inexorablemente, su estrategia principal debió apuntar por influir en las huestes del peronismo y del complejo mundo que de allí aflorara una vez que éste abandonara el poder.

En este caso, al abrirse el nuevo tiempo histórico que significó la llegada de la Alianza al gobierno nacional, el peronismo dejó de contar con la presidencia del país sin tener tampoco un liderazgo claro, lo que llevó al PJ a una clara fragmentación interna. Así, el peronismo pasó a sufrir un fuerte proceso de dispersión, con una nueva serie de polos en él, que dieron lugar a la construcción de liderazgos alternativos y otras formas de manejar las relaciones de poder. Con lo que, el partido se convirtió pronto, para usar una conocida expresión, en “un reino sin monarca” (Arzadun, 2004). El ejemplo más notorio sobre cómo los principales hombres del PJ buscaron redefinir el mundo peronista fue el tipo de comportamiento que asumieron sus gobernadores. Como señalamos antes, los mandatarios provinciales cumplieron un rol de transcendencia a la hora de explicar la mala performance duhaldista de 1999 como también al detener los sueños de Menem de un tercer mandato allí, asimismo, y de igual modo a esos manejos, los gobernadores justicialistas comenzarían a poner de manifiesto su capacidad de autonomía una vez que la verticalidad se fuera evaporando. A poco tiempo de asumir la Alianza, los mandatarios de las once provincias peronistas más chicas pasaron a conformar lo que llamaron el “Frente Federal y Solidario” (Clarín 08/03/2000), con el fin de alcanzar varios objetivos a la vez. Por un lado, estas provincias buscaron horizontalizar el espacio de negociación dentro del partido y con el gobierno de la Alianza, ya que la unión de esos mandatarios podría sumar una nada despreciable cuota de poder institucional en el Congreso, recursos económicos y políticos, y forzar de este modo a hacerse escuchar. Por su parte, el Frente Federal se abría como un espacio propio que buscaba dejar atrás la vieja dicotomía por el liderazgo del PJ entre Menem y Duhalde que gobernó la segunda mitad de la década de 1990, pero también buscando impedir que los otros tres gobernadores del peronismo, a cargo de las denominadas provincias “grandes” (Carlos Ruckauf –Buenos Aires-, Juan Manuel De la Sota –Córdoba- y Carlos Reutemann –Santa Fe-) los usaran a ellos o al partido como una plataforma con vistas a una candidatura presidencial en 2003, en la cual los hombres del Frente no tuvieran ni voz ni voto. Igualmente, es necesario señalar que desde el Frente Federal no se buscó destruir o minimizar al resto de los actores del peronismo ni tampoco a desconocer los cargos internos del partido, sino más bien a encontrar un lugar equidistante entre facciones sin ser absorbido por ninguna de ellas y sin tampoco renunciar al “sueño” de que un gobernador “chico” pudiera convertirse en el candidato del partido para 20039. Desde otras posiciones, los gobernadores de las provincias “grandes” intentaron cada uno de ellos desplegar estrategias propias, ya que los tres contaban con excelentes perspectivas para ser los futuros presidenciables del partido al tener una notoria repercusión mediática y encabezar varias encuestas de opinión. Además, del mismo modo que los hombres del Frente Federal, tendieron a hacerse un lugar de peso creciente pero sin querer estallar el equilibrio interno del peronismo para evitar los desbalances de poder entre facciones. Se trataba de impedir así que la desaparición de un polo pueda acrecentar la capacidad o autonomía de los otros actores, y evitar ser devorado por alguna tendencia que creciera mucho10.

De modo similar a estos reacomodamientos internos, otros grupos del peronismo también buscaron ganar protagonismo. Por un lado, dentro del ámbito parlamentario, los Senadores Nacionales con los que contaba el PJ intentaron formar también un eje alternativo de poder, ya que unidos podían golpear en uno de los talones de Aquiles del gobierno de la Alianza: su minoría en la Cámara Alta. De esta manera, se conformaron dos tendencias. Una primera que buscó tener una fuerte intransigencia frente al gobierno, y en especial contra el Presidente del Senado, Chacho Álvarez, que se había decidido a tener a los senadores “con rienda corta” y a no dedicarse sólo, según decía, a “tocar la campa del recinto”; tendencia que estuvo liderada por Augusto Alasino, presidente del bloque peronista, y acompañada por Carlos Branda, Emilio Cantarero y Carlos Viera. La otra posición, más dialoguista si se quiere, estuvo conformada por el grueso de los senadores menemistas (Eduardo Menem, Carlos Corach, Jorge Yoma y Eduardo Bauzá). Ambos grupos, igualmente, demostrarían tener mucha independencia de los que decidieran los gobernadores de sus propias provincias, encontrándose en más de una ocasión enfrentados a ellos, por lo cual no era fácil lograr acuerdos o negociaciones por parte del gobierno o del PJ con estos11. Otro polo a considerar dentro del plurifácetico universo peronista es el que proyectaba resurgir como un león herido una vez operado el cambio de gobierno: el sindicalismo. En este caso, el histórico influjo de resonancia interna entre gremios y partido se daría principalmente a través de la división de la Central General de Trabajadores (CGT). Por un lado, con la CGT llamada “oficial” o “dialoguista”, conducida por Rodolfo Daer, que era el más grande de los dos sectores en que se había separado el sindicalismo peronista, y por otro la CGT “rebelde” o “disidente”, más combativa e intransigente con el gobierno y el modelo neoliberal, liderada por Hugo Moyano; facciones gremiales de las cuales podrían surgir apoyos, choques y alianzas con los nuevos espacios de poder que emergieran12. Finalmente, el último polo a considerar, es aquel representado por el que se había transformado en un auténtico rey sin corona dentro del peronismo, Carlos Menem. Devenido contra su voluntad en ex presidente del país, Menem fue el que más rápido de todos los hombres del peronismo se enlistó como candidato para 2003. Sus cartas para eso eran respetar su imagen y perfil ligados al neoliberalismo y los mercados, el alineamiento automático con los EE. UU, las recetas del FMI y mostrarse frente a la Alianza como su principal apoyo dentro del peronismo para sostener la gobernabilidad, amén de presidir el Consejo Nacional Justicialista (CNJ), uno de los dos órganos máximos del peronismo. Además, Menem comenzó a trazar sus planes con propuestas para reforzar los esquemas del neoliberalismo, al proponer no sólo mantener el modelo económico de la convertibilidad, sino también para pasar a lo que denominaba “su fase superior” y buscar la dolarización total del sistema13. Estrategia que ya habían adoptado por esa época países como Ecuador y El Salvador, posibilitando así un próximo ingreso del país al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) propuesto por los EE. UU.

Por lo cual, como vemos, el peronismo una vez lejos del gobierno tendió a un proceso de dispersión y fragmentación que convertía la tarea de conducirlo en algo sumamente complejo. De allí que Duhalde no aspirará directamente a alinear a todo el PJ detrás de sí –algo que de todos modos hubiera sido imposible-, ni tampoco, como se señaló, a erigirse él mismo en una propuesta más de cara al 2003. Más bien, había decidido dar un paso al costado de la competencia política abierta, para buscar brindarles a otros protagonistas del PJ un lugar a compartir, aunque sin salir él personalmente del todo de la política, actuando desde las sombras para convertirse en el arquitecto institucional del peronismo hacia el futuro. Es decir, sus planes lo llevaban a intentar ganar peso como referente o polo de poder dentro del partido y a conglomerar a otros grupos y actores bajo su egida, y así poder diagramar la estrategia que le permitiera al peronismo volver a ser gobierno. El mismo Duhalde expresaba su deseo de convertirse en “el Alfonsín del justicialismo” (Clarín 08/07/2000) para dar a entender, de este modo, que quería construir algún tipo de infraestructura partidaria en el PJ de la misma manera en que Alfonsín actuó para formar la Alianza y devolver al poder a la alicaída UCR. En este sentido, comprendiendo la atomización hacia la que se dirigía el PJ y cuál era su posición interna en ello, tuvo una lógica de acción política inicial bastante sencilla, que podríamos resumir con el lema “cualquier peronista (excepto Menem) al Gobierno, Duhalde al poder”. Por ejemplo, decía el bonaerense: “Ni yo ni Menem lideramos el PJ, de aquí en adelante me dedicaré a construir la arquitectura para el PJ para el 2003, apostando por Ruckauf, Reutemann, De la Sota o el que sea” (Clarín 02/12/1999).

Las cartas con las que Duhalde pensaba llevar a cabo sus planes eran varias. En principio, su más importante recurso de poder era el control que todavía guardaba de la provincia de Buenos Aires. Si bien Carlos Ruckauf se había vuelto gobernador allí, apenas una semana después de que éste asumiera Duhalde decidió demostrar quién era el jefe político de la provincia al ratificar su cargo como presidente del PJ bonaerense14. De este modo, no sólo buscó limitar la independencia política que Ruckauf pudiera ofrecer, sino también asegurarse una estructura que contaba con un millón y medio de afiliados en el PJ (la afiliación peronista provincial más grande del país), y que era el vinculo privilegiado que entrelazaba a intendentes, legisladores y municipios, amén de que era una red que permitía articular el nuevo entramado de territorialización del poder hacia el cual había mutado el peronismo. A su vez, con el control de esa estructura, Duhalde también se podía adueñar de la presidencia del Congreso Nacional Justicialista (CgNJ), uno de dos máximos órganos partidarios, sobre el cual podría digitar los destinos del PJ15. En este sentido, Duhalde tendió a mostrarse abierto a dar y recibir apoyos con tal de articular fuerzas que permitieran diluir el poder de Menem dentro del peronismo, haciendo guiños permanentes a los gobernadores y estableciéndose, además, como el más duro crítico del modelo neoliberal y el máximo promotor de un nuevo modelo económico que protegiera la producción y el mercado interno. Así, con respecto a lo primero, señalaba: “Sería bueno que Menem renunciara a la presidencia del PJ [...] En el PJ ya nadie acata a la conducción actual [...] La verticalidad se da cuando el PJ está en el gobierno. La conducción real ahora reside exclusivamente en los gobernadores y en los líderes legislativos nacionales. No en una sola persona” (Clarín 23/01/2000). De acuerdo a lo segundo, adhirió en mayo de 2000 a una marcha de protesta contra el FMI16 y en agosto se presentó en debates públicos para condenar el pago de la deuda externa17.

Debemos destacar que aunque Duhalde tuviese un pacto previo y preferencias para sostener las chances de Ruckauf de convertirse en presidente, parecía dispuesto a trazar alianzas con cualquier líder o gobernador del peronismo, de otras fuerzas (como cuando tuvo sus tempranos y crecientes acercamientos con Alfonsín para cambiar de modelo)18 o de otros perfiles ideológicos distintos al suyo (como cuando respaldó a Domingo Cavallo en su intento de convertirse en Jefe de Gobierno porteño)19. Igualmente, más allá de la búsqueda por intervenir en el escenario político y de no quedar en una posición cada vez más periférica, Duhalde encontraría que ciertos cambios que se darían en el horizonte de la política y la economía del país le permitirían volver a ganar protagonismo.

3- Una crisis que se acelera y la oportunidad de la reconstrucción del poder duhaldista

El primer año de gobierno de la Alianza fue un largo proceso de desgaste para ésta, en el cual no pararon de acumularse problemas durante todo el 2000 y que llevaron finalmente al desangramiento interno de la coalición. En efecto, la Alianza se había comprometido férreamente durante su campaña electoral con la promesa de mantener la convertibilidad, por lo que estuvo dispuesta desde temprano a atacar al déficit fiscal, diagnosticado como el principal foco de problemas futuros si era desatendido. Así, en los primeros seis meses de gestión se hicieron tres ajustes del gasto (diciembre, febrero y mayo) con el fin de aliviar la situación presupuestaria del Estado y ganar la confianza de los mercados. Empero, más allá de estos tres recortes iniciales no llegó la calma económica esperada, sino nuevas dificultades puesto que el financiamiento externo se cortó pronto. A su vez, si bien es verdad que durante mayo la Alianza había logrado triunfar en las elecciones de la Capital Federal, lo cierto es que el ajuste de ese mes representó el primer quiebre de la coalición cuando se fueron de la Alianza los grupos de los Partidos Socialistas, algunos radicales –como Elisa Carrió- y también varios frepasistas –entre ellos, Alicia Castro-. Por lo que, el presidente De la Rúa, para evitar mayores inconvenientes internos y no agotar pronto el apoyo con el que contaba, explicó que ese recorte sería “el último esfuerzo que se les pida a los argentinos” (Clarín 28/05/2000). Sin embargo, todos estos problemas salieron rápido de la agenda cuando empezaron a ganar protagonismo sospechas de corrupción ocurridas en el Senado, las cuales se atribuía haber sido pagadas desde el gobierno.

En efecto, como un vuelco intempestivo de la situaci ón, la crisis sobre la existencia de coimas en el Senado se fue adueñando de la escena política, lo cual no sólo manchaba de sombras a la Alianza, sino que –sobre todo- se metió de lleno en la interna del peronismo, puesto que la mayoría de los senadores acusados de recibir los sobornos eran del PJ20. Fue a partir de aquí que el grupo de senadores peronistas más intransigentes comenzó a pulsear contra el gobierno en un forcejeo sin fin21, mientras que el grueso de los senadores del PJ que respondían a Menem se mostraron conciliadores, dispuestos a apoyar a De la Rúa frente a las embestidas del vice-presidente Álvarez22. Del mismo modo que esto último, Duhalde también intentó formar junto con Alfonsín un espacio para convertir a dicha crisis en una oportunidad, acercándose al gobierno de la Alianza y apoyándolo sutilmente para que éste cambie de modelo económico, sin que esto implicara –al contrario de lo que temían varios aliancistas- un abrupto cimbronazo del terreno económico o que se cayera en alguna de las dos opciones extremas que se estaban corporizando en el horizonte. Así, señaló Duhalde:

“Hay dos puertas al final del camino: una dice devaluación y la otra dolarización. Ninguna de ellas es la salida correcta a la crisis. Habrá una situación de anarquía global, un todos contra todos que es consecuencia de la globalización. La situación de la gente es terrible y el malhumor hay que revertirlo con medidas concretas El problema es que al gobierno le falta la decisión política para hacer lo que la gente le reclama: un cambio de la política económica. Que no significa borrar lo que se hizo en estos años ni salir de la convertibilidad. Sólo proteger, por ejemplo, a los productores, cosa que no hacemos [...] [Yo podría concertar con el gobierno, pero] depende para que se quiera concertar. Si es para mantener el modelo, que llamen a Menem que está en los Estados Unidos propagandizando el programa económico del gobierno y haciendo campaña por la dolarización. Ahora, si es para salir de esto, están los líderes parlamentarios, los gobernadores, [estoy yo]” (Clarín 06/08/2000).

Finalmente, como es conocido, la secuencia de los hechos alrededor de las coimas en el Senado desembocó a principios de octubre en la renuncia de Álvarez a su cargo, función con la cual duró apenas diez meses. Este nuevo quiebre en la Alianza fue leído por Duhalde como un doble fracaso. Por un lado, porque la tensión entre presidente y vice se agudizó cuando De la Rúa pareció recostarse en la mano ofrecida por el menemismo contra Álvarez y no en la opción que Duhalde representaba. Así, De la Rúa buscó darle a Menem el lugar de jefe virtual del peronismo, para reforzar la alicaída figura del riojano y poder de ese modo garantizarse la gobernabilidad bajo un esquema bipartidista. Por otro lado, porque por el tipo de actitudes seguidas por De la Rúa también señalaron que no abandonaría los pasos dados hacia el más duro neoliberalismo. De allí que Duhalde para impedir que ambas movidas afectaran sus planes buscó debilitar la figura de De la Rúa y hablar pronto, y por primera vez, de una posible renuncia anticipada y volverse con ello él mismo presidente: “Me siento preparado para gobernar. Si se va la mitad de la formula [presidencial], queda el 50% de posibilidad de que haya acefalia” (Clarín 25/10/2000), actitud que fue respaldada por Ruckauf al asegurar que “el PJ está listo para gobernar” (Clarín 25/10/2000). Por su parte, frente a la vieja alternativa lanzada por Perón sobre cómo encontraría el año 2000 a los pueblos de Brasil y Argentina (si “unidos o dominados”), Duhalde no dudó en contestar: “[bajo] la nueva consigna del neoliberalismo [...] el 2000 nos encuentra absolutamente dominados” (Clarín 18/10/2000). Por su parte, sobre fin de año dio los primeros pasos junto a algunos empresarios disconformes y perjudicados con el modelo económico y críticos del pago de la deuda, para reclamar un cambio en la política económica y que haya medidas proteccionistas, y crear así un eje trasversal a los partidos políticos y los sectores sociales. Fue por ello que cerró el año con los primeros arreglos para armar un frente polisectorial que se opusiera de manera cada vez más firme al modelo económico23.

Por su parte, una vez que renunci ó Álvarez, la crisis política que desató pareció quedar atrás en forma relativamente rápida, sin traer a colación mayores complicaciones a primera vista. Con el auxilio del FMI y el paquete de ayuda conocido como “Blindaje 2000” fue posible ganar algo de calma y llevar tranquilidad a la economía, desmejorada desde la renuncia de Álvarez. Sin embargo, una vez más, el panorama volvió a cambiar de improviso, cuando a mediados de febrero de 2001 el desplome de la economía turca generó un efecto contagio en nuestro país. Por lo que, ante esta nueva crisis económica, y para evitar nuevas complicaciones, De la Rúa decidió actuar rápido y reemplazar a su ministro de Economía, José Luis Machinea, por el ultraortodoxo Ricardo López Murphy. Este cambio de ministros, que representó una radicalización del enfoque llamado “fiscalista”, que buscaba a toda costa reducir el déficit fiscal como máxima prioridad, generó una nueva conmoción interna en todo el arco político, dividiendo posiciones tanto en el interior de la Alianza como en el peronismo. Por ejemplo, Menem apoyó sin dudar al nuevo ministro, al asegurar que era una persona que “está con la dolarización” (La Nación, 05/03/2001), mientras que el grueso de los mandatarios provinciales del PJ formaron una liga defensiva contra las medidas extremas de López Murphy, que buscaba llevar a cabo recortes salvajes sobre sus distritos. Por parte de la Alianza ocurrió otro tanto, ya que el mismo día en que López Murphy anunció sus planes, todos los funcionarios del Frepaso dejaron sus puestos y renunciaron varios ministros –incluidos varios radicales-, amén de que la amenaza de un nuevo ajuste unió a ambas CGT contra él.

Así, lo que había comenzado como una posible crisis económica pronto viró en una contundente crisis política que dejó a De la Rúa acorralado y sin respaldos, lo que lo llevó a optar por una medida desesperada: convocar a Domingo Cavallo como nuevo ministro de Economía en reemplazo de López Murphy, poniendo fin a este último a sólo dos semanas de haber asumido para ganara algo de paz (Zícari, 2014b). De esta manera, la llegada de Cavallo al gobierno pareció ser una panacea milagrosa que contó con altísimos respaldos en las encuestas, un muy buen recibimiento del mundo empresario y mucho apoyo político, del cual Duhalde también fue parte24. Donde, en muchos sentidos, el retorno de Cavallo fue leído como el final de la crisis y de la recesión, y el comienzo de un nuevo periodo de recuperación económica, ya que el flamante ministro había prometido que con él ahora sería posible crecer a tasas del 10% anual; además, Cavallo mostraba un nuevo tipo de discurso, en el cual ya no se declaraba como un “ortodoxo” del terreno económico sino como un heterodoxo cercano al desarrollismo, sin hablar más de realizar ajustes sino sólo de que haya crecimiento y producción. Por lo que a Cavallo le fueron votadas atribuciones extraordinarias en el Congreso (los “superpoderes”) y lanzó ambiciosos planes para lograr una pronta reactivación25.

Sin embargo, todas las promesas realizadas por Cavallo chocaron rápidamente con la realidad. El estancamiento de la economía fue mucho más profundo de lo imaginado y la recesión se había transformado en una severa depresión. Además, la nueva política exterior norteamericana dio un profundo cambio con la llegada de George Busch (h) en 2001, con la cual el FMI bajo la teoría del “riesgo moral” ya no estaba más dispuesto a dar ayudas dispendiosas a los países en problemas, sino que comenzó a tomar una actitud mucho más intransigente. Del mismo modo, las dos crisis políticas, tanto la de octubre –desatada por la renuncia de Álvarez- como la de marzo –con tres ministros de economía en un mes- hicieron bajar peligrosamente los depósitos bancarios y las reservas del Banco Central, generando como consecuencia la suba del riesgo país y la salida masiva de capitales al exterior. Todo lo cual dejó a la economía del país caminando por la cornisa. Por su parte, la nueva frustración económica que implicó Cavallo terminó por agudizar los conflictos y disputas internas de los grupos económicos más concentrados del país sobre cómo se debía actuar, conflictos que venían desarrollándose desde dos años atrás. En efecto, desde 1999 la unidad y respaldos provenientes del mundo empresarial hacia la convertibilidad se habían quebrado cuando se fundó el Grupo Productivo, el cual estaba integrado por la Unión Industrial Argentina (UIA), la Cámara Argentina de la Construcción (CAC) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA). Así, este grupo había empezado a pedir medidas para atender el mercado interno, puesto en recesión desde 1998, y flexibilizar el tipo de cambio, afectado por la devaluación brasilera y la baja de los precios externos de los productos argentinos, pidiendo solapadamente una devaluación para ganar competitividad y producir así una salida exportadora, dada la fortaleza del dólar, y también a ubicar como principales enemigos a los bancos y empresas privatizadas, denunciados como “los únicos que se beneficiaron con el modelo” (Gaggero y Wainer, 2004). Asimismo, también en 1999 los proyectos que buscaban garantizarse la permanencia del tipo de cambio fijo comenzaron igualmente a ganar peso, sobre todo bajo la propuesta de dolarizar totalmente la economía y beneficiar de esta manera a los sectores productores de bienes no transables, tales como los servicios financieros y las empresas privatizadas (Kan, 2009). En su momento, ambas posturas habían encontrado distintos grados de apoyos en el mundo político: mientras Menem había hecho suya la ambición de dolarizar, junto a hombres del CEMA, como el ministro de Economía menemista Roque Fernández, el presidente del Banco Central Pedro Pou y el jefe de la SIDE durante la Alianza –y amigo personal de De la Rúa- Fernando De Santibañes-, Duhalde se había mostrado mucho más permeable a los pedidos del Grupo Productivo, estando sus ideas de cambiar el modelo muy en consonancia con las estos (Castellani y Schorr, 2004). En este caso, desde siempre Duhalde había tenido una buena relación con grupos empresarios locales, especialmente los vinculados al agro, la industria y la obra pública –que ahora confluían en el Grupo Productivo-, sectores de los cuales había incorporado a sus principales dirigentes en puestos de importancia de su gestión gubernamental, además de incluir a varios de ellos en las listas electorales de 1999, como a Osvaldo Rial –presidente de la UIA-, entre otros. Ahora bien, más allá de la tibia confrontación comenzada en 1999 entre devaluadores y dolarizadores, la postura inicial del gobierno de la Alianza fue, como vimos, optar por un camino intermedio entre ambos, manteniendo la convertibilidad sin mayores cambios (Salvia, 2009; Castellani y Szkolnik, 2011). Sin embargo, la falta de respuestas y el agravamiento permanente de la situación política y económica hizo que ambos grupos encontraran de manera cada vez más imprescindible tomar cartas en el asunto. Los dolarizadores realizaron varias arremetidas durante buena parte de 2000 y el primer tramo de 2001, pero al terminar preso Menem a comienzos de junio –por una causa de tráfico de armas-, y que era su principal portavoz, sus reclamos pasaron por dirigirse a presionar para reducir el déficit estatal y garantizar el pago de la deuda. Fue esto lo que pasó cuando la situación económica pareció tocar fondo a mediados de año y se alinearon totalmente con el gobierno tras el drástico cambio de discurso asumido por Cavallo, que abandonó su discurso de crecimiento y desarrollo en pos de una veloz vuelta a las premisas fiscalistas26, al proponer de manera desesperada la controvertida ley de “déficit cero” aprobada en julio. De allí que, este nuevo ajuste, el octavo desde que había asumido la Alianza, y que representaba aplicar de manera extrema el clásico recetario neoliberal ortodoxo, de bajar salarios, despedir empleados públicos y reducir el Estado, fuera un punto final dentro de un juego político imposible (Pucciarelli 2014).

En efecto, la crisis económica y social en la que se encontraba el país fue obligando a los distintos actores, tanto políticos como empresariales a intensificar su accionar, amén que la protesta piquetera y social iba logrando tener un acelerado aumento, en un clima económico en descomposición (Zícari, 2015). Como señalamos, las posturas que anhelaban un cambio de modelo económico no eran nuevas, pero el fuerte deterioro al cual estaba llegando la situación con la Alianza en 2001 hizo crecer su activismo, primero moderadamente con la gestión de Machinea y luego, mucho peor, con la ortodoxia fiscalista de López Murphy. El breve respiro que implicó la llegada de Cavallo y su nuevo discurso, empero, si bien fue una señal de cambio bien recibida, los decepcionantes resultados alcanzados terminaron por apagar dichas ilusiones y decidirse por dar un nuevo salto cualitativo, puesto que la ley de “déficit cero” era un violento cachetazo que iba diametralmente contra todos aquellos que reclamaban por reactivar pronto el mercado interno, subir el gasto público, tomar medidas para alentar el consumo o evitar que la economía se derrumbase todavía más. En este caso, tras varios meses de reuniones previas y acercamientos, como vimos, promovidas especialmente por Duhalde y varios empresarios, las diversas fuerzas sociopolíticas dispuestas a pedir un cambio de rumbo económico confluyeron en un nuevo espacio institucional: el Movimiento Productivo Argentino (MPA), fundado el 21 de junio de 2001, en Mar Chiquita, Provincia de Buenos Aires (La Nación 22/06/2001)27. Dicho movimiento, se estructuró como una fuerza polisectorial, en la que convergieron muchas cámaras empresariales, algunos sindicalistas, el Grupo Productivo y políticos de varios partidos, como del Frepaso, Acción por la Republica y el ARI, pero mayoritariamente de la UCR y del peronismo, sobre todo de los distritos bonaerenses. En su carta fundacional, el MPA declaraba:

“La Argentina no puede seguir a la deriva por el mundo, sin proyecto alguno para su gente y sobreviviendo con las migajas de la globalización […] [Es necesario] salir de la encrucijada en que vivimos, que empobrece a la mayoría y enriquece a la minoría beneficiada por la concentración económica […] [E]xiste un camino posible: la construcción de un proyecto nacional basado en la producción, el trabajo y la distribución justa de la riqueza […] Con el modelo [financiero y neoliberal] la Argentina no tiene futuro. Debemos revertir la dramática equivocación estratégica de la clase dirigente que ha llevado a la existencia de un Estado desentendido del desarrollo, enemigo de la producción y del trabajo […] Es hora de valientes decisiones. Es hora de transformaciones profundas” (MPA, Documento Fundacional).

El líder y presidente del MPA fue Duhalde, secundado fuertemente por Alfonsín y el Grupo Productivo, especialmente, dentro de este último, la UIA y su activo nuevo presidente, José Ignacio De Mendiguren28. Duhalde se encargó de señalar que su intervención se basaba en “la necesidad de cambiar radicalmente de modelo económico” y porque “el pensamiento productivo está disperso y hay que ubicarlo en el centro de la escena, a la vez que hay que desplazar al poder financiero” (Clarín 22/06/2001). Del mismo modo, el dirigente radical Melchor Posse se encargó de señalar: “el presidente de la Republica tiene que entender que no es contra él [la constitución de este movimiento], sino para apoyarlo cuando defina un proyecto que enfrente a los grandes grupos financieros” (Clarín 22/06/2001). La propuesta asumía cierto corte nacionalista y buscaba demonizar a las empresas privatizadas y a los bancos, ubicados como los únicos que se beneficiaban con la penuria general, el endeudamiento sistemático del Estado y con los ajustes que aplicaba el gobierno. Por su parte, quienes formaron el MPA tenían muy en claro que les estaba prácticamente vedado pedir públicamente la salida de la convertibilidad y mucho menos hablar de “devaluación”. Por lo cual, atrapados en la doble brecha de una competitividad externa desmejorada y un mercado interno en caída libre, debían moverse con cuidado, reclamando siempre como latiguillo buscar sólo “un nuevo modelo productivo” como solución.

Bajo estas coordenadas, Duhalde decidió tomar el toro por las astas y pasar a la acción. Primero separó a todos los diputados que le respondían en el Congreso, para forzar al peronismo a traslucir su quiebre interno y dividirse sobre la base de los tres bloques en los que se estructuraba: duhaldistas, menemistas y el Frente Federal29. Luego, ratificó su control y liderazgo sobre el PJ bonaerense al armar una lista única con vistas a las elecciones de octubre, la cual encabezaría el propio Duhalde como candidato a Senador Nacional y donde Jorge Remes Lenicov sería candidato a primer diputado (Clarín 13/08/2001). Así, una vez conformado el nuevo bloque de poder bajo su conducción, que incluía actores y fuerzas de distinto tipo, cristalizadas en el MPA y en el poder bonaerense, intentó junto a Alfonsín que dicho bloque estuviera a disposición de De la Rúa para realizar un brusco cambio de política económica bajo la forma de un gobierno de unidad nacional –algo ya intentado, como vimos, incipientemente un año atrás-. Alfonsín, lo expresó en una carta abierta a principios de agosto, apelando a la necesidad de un conglomerado y una salida exactamente igual a la que el MPA personificaba:

“No alcanza ni un partido, ni dos ni tres, para discutir de igual a igual qué modelo de país queremos. ¿Es un sueño imposible imaginar un Gobierno de Unión Nacional en el que participen todas las fuerzas sociales: partidos políticos, entidades empresarias, sindicatos, fuerzas espirituales? ¿No cumpliríamos un anhelo de toda la sociedad si pospusiéramos los intereses partidarios para volcar las convicciones comunes en una única empresa nacional?” (Clarín 01/08/2001).

Este llamado de Alfonsín tuvo una fuerte repercusión, que contó con el apoyo de las centrales sindicales, la Iglesia Católica, el Grupo Productivo y varios aliancistas, amén de Duhalde, el MPA y el peronismo bonaerense30. El mismo Duhalde expresó sus deseos de participar de un gobierno de salvación y a hacer renunciamientos en función de ello: “Nosotros tenemos que hacer un gran pacto, al estilo La Moncloa [en España], por el que estoy dispuesto a resignar ser candidato a nada” (Clarín 25/08/2001). Además, Alfonsín y el peronismo bonaerense, la UIA y ambas CGT comenzaron a presionar insistentemente al gobierno para que replantee –o directamente abandone- el pago de la deuda estatal (Página 12 01/09/2001). El proyecto de fondo por parte de la entente Alfonsín-Duhalde era que este último se sumara al gobierno como jefe de gabinete y pudiera así aplicar un cambio de rumbo desde allí, apoyado por el amplio espectro “productivista” que había conformado, cristalizado en el MPA31.

Sin embargo, todas las operaciones y pedidos en esta dirección se enfrentaron con la inflexibilidad de De la Rúa y Cavallo, quienes no estaban dispuestos de ningún modo a realizar cambios de fondo –a pesar de que la situación económica estuviera en caída libre y cerca de un naufragio absoluto o de que la conflictividad social estuviera tocando niveles extremos- ni tampoco a aceptar la llegada de Duhalde al gabinete. De esta manera, el mismo De la Rúa comenzó a señalar de forma pública, en el programa televisivo de Mariano Grondona, la confirmación del rumbo económico como inamovible y la existencia de una “conspiración” en su contra. Allí señaló: “Yo garantizo el rumbo del modelo, el cual está muy firme y no se va a cambiar […] Cuando se habla de un gobierno de unidad y se publica que eso es para instalar a un jefe de Gabinete que cree un gobierno de salvación, como si el Presidente no tuviera el papel constitucional que le compete, podría llamarse conspiración” (La Prensa 07/09/2001; La Nación 08/09/2001). La denuncia sobre un complot resonó con fuerza en todo el arco político. Así, el dirigente cavallista Horacio Liendo lo planteó muy claramente:

“Como lo acaba de decir el Gobierno, hay una suerte de conspiración en marcha, de un grupo de dirigentes que cree que juntando a algunos sectores de la Unión Industrial, del sindicalismo o de áreas políticas pueden tomar el poder, dejarlo o sacarlo a (Fernando) De la Rúa y tomar el poder, que es lo que denunció [el vocero presidencial] (Juan Pablo) Baylac […] [Tienen un plan que] incluye la salida de la convertibilidad y la reestructuración de la deuda, es decir, el default […] Por eso acá no es un tema menor lo que va a ocurrir de aquí a tres meses […] Por eso no es tan menor lo que se juega el 14 de octubre” [en las elecciones] (La Prensa 07/09/2001)32.

El tipo de reacción que tomó el gobierno obligó tanto a Alfonsín como a Duhalde a desvincularse totalmente de dichas ideas de complot. El primero señaló “El Presidente no se refirió a ningún radical” (La Nación 08/09/2001), mientras que Duhalde fue más categórico aún:

[Las ideas de conspiración son] “pavadas de los que no tienen otra cosa que hacer y se ponen a hablar […] Sería una ingenuidad total que un partido de oposición [como el peronismo], que se tiene que estar prepara[n]do para ser alternativa de poder, se mezcle en un gobierno en el cual no cree y con un Presidente que no tiene a nuestro criterio la capacidad para conducir con fuerzas en momentos de crisis […] Nos quieren meter en la pelea entre los partidos de la Alianza y el Presidente. El peronismo no va a participar de esas acusaciones” (La Nación 08/09/2001).

El tipo de respuesta que dio el gobierno sobre la opción de virar hacia el eje productivista fue suficiente para que Duhalde vea cuáles eran los límites en el gobierno con respecto a la opción de hacer cambios de fondo33. Es por eso que el bonaerense no dudó en realizar un giro de 180 grados con respecto al gobierno, al cual dejó de pensar en aliarse y al que pasó nuevamente a atacar. En este sentido, la campaña electoral fue el contexto perfecto para esto. En efecto, con una reacción sumamente violenta, Duhalde se dedicó las semanas previas a las elecciones a criticar sin contemplación al gobierno, al modelo económico y a De la Rúa. Así, pronosticó que de no haber cambios “estamos ante un desenlace trágico del modelo económico” (La Nación 28/09/2001). Por su parte, también descartó totalmente, ahora, la opción de formar parte del gobierno: “Eso sería un gravísimo error. No creo en integraciones y mucho menos si el Gobierno insiste en este modelo que nos lleva al desastre” (La Nación 25/09/2001). De esta forma, Duhalde continuaría reagrupando fuerzas y aliados para seguir presionando y jaqueando al gobierno, el cual, luego de las elecciones de octubre y de la desastrosa marcha de la economía, parecía ir directamente al naufragio, sin tener mucho más tiempo de vida.

4- Duhalde y la montaña rusa peronista frente al desmoronamiento final de la Alianza

El resultado electoral del 14 de octubre fue uno de los hechos más importantes del periodo, ya que a partir de allí se reconfiguraron notablemente las relaciones de poder institucional entre actores, partidos políticos y fuerzas sociales. En este sentido, el resultado más destacado de esa jornada fue la marcada derrota electoral que sufrió el gobierno de la Alianza, el cual dilapidó entre 1999 y 2001 seis millones de votos, como además fue el principal destinatario del fenómeno conocido como “voto bronca” y que fue la opción de casi la cuarta parte de quienes fueron a votar ese día. Por lo cual, bajo este contexto debemos decir que si los votos son el principal capital político con el que cuenta un gobierno democrático, luego de las elecciones de octubre, la Alianza se vio despojada de uno de sus pilares de legitimidad más importantes y donde se demostró que el apoyo popular masivo con el que contó alguna vez había desaparecido de cuajo. Sin embargo, la Alianza no fue la única castigada en dichas elecciones, puesto que el peronismo, que era el principal partido de oposición, también sufrió una notable sangría de votos, aún comparado estos resultados con 1997 y 1999, años en los que ya había “perdido”. Esto último fue claramente lo que ocurrió en la provincia de Buenos Aires, donde la lista encabezada por Duhalde salió primera, y pudo imponerse con lo justo al “voto bronca” allí, pero al punto de representar sólo a menos de un tercio de los concurrentes en ése día.

Ahora bien, m ás allá de que el triunfo logrado por Duhalde guardó ciertamente un sabor amargo, no fue tampoco un resultado menor. En principio, porque su candidatura fue la lista más votada del país, lo que era significativo en un contexto donde la pérdida de legitimidad de la clase política se dio en gran escala. Por lo que el apoyo obtenido con esos votos le volvía a dar aires para retornar al primer plano de la escena política nacional y tomar nuevas fuerzas para poder ir por más. Además, también es cierto que el peronismo, entre todas sus fuerzas, había resultado la primera opción electoral del país, lo que le permitía adueñarse de la mayoría en ambas cámaras parlamentarias y designar, con eso, a toda la línea sucesoria detrás de De la Rúa34. De allí que una parte importante del futuro del país dependiera de cómo se resolvieran las relaciones de poder en el PJ.

En efecto, dentro de esto último, una vez conocido su triunfo electoral, Duhalde no perdió tiempo alguno y pasó a actuar a toda velocidad. Primero ratificó su figura como el más duro crítico de De la Rúa y presionó para lograr un cambio: “Al presidente le falta decisión política para escuchar lo que pide la gente. No entiende lo que pasa […] [Que llegue a terminar su mandato] sólo depende de él, de su actitud” (La Nación 16/10/2001); “Le pido sabiduría a De la Rúa para entender el ultimátum de las urnas, porque es suicida seguir así” (La Nación 15/10/2001); “La gente tiene la sensación de que el Presidente no llega a 2003. No quieren esperar dos años más. Y esa sensación puede convertirse en una profecía autocumplida” (La Nación 16/10/2001), “Los resultados de las elecciones indican que la mayoría del pueblo está en contra de este modelo económico [y De la Rúa por no cambiarlo] comenzó con un poder político inmenso y lo destrozó en ocho meses. Se ha diluido el poder y hoy ha quedado aislado” (La Nación 17/10/2001). Como también pasó a declararse como “el más apto para conducir un amplio movimiento nacional” que cambie el rumbo en pos de una “salida productiva” (Clarín 16/10/2001). Por último, advirtió que si no ocurrían cambios pronto habría “convulsiones sociales” por la crisis económica en marcha: "La cosa se va a enrarecer mucho […] [Hay que] cambiar definitivamente el rumbo económico, que cada día perjudica más a los argentinos [porque sino] lo lógico sería que en muchas regiones del país haya convulsiones sociales, ya se ve un estado de efervescencia" (La Nación 12/11/2001). Mientras que Alfonsín, devenido en el principal socio duhaldista, sentenció desde un acto en la sede de la CGT peronista: “Cavallo ha concluido su ciclo, es necesario acelerar un cambio de rumbo económico” (Clarín 19/10/2001). En este sentido, los distintos actores sociopolíticos que habían conformado el MPA que Duhalde lideraba fueron por más, así aprovecharon la Séptima Conferencia Industrial organizada por la UIA para unirse con ambas CGT, tanto la de Daer como la de Moyano, la Asociación de Bancos Públicos (ABAPRA) y algunos bancos privados de capital nacional y conformar un nuevo espacio, denominado “Núcleo Nacional”, el cual se encargaría, según decían, de “luchar contra el modelo” y por “la defensa del trabajo y de la producción del país” (Página 12 19/11/2001). Es decir, frente a la crisis final la convertibilidad, este nuevo agrupamiento quería dar a entender que la alianza policlasista entre trabajadores y “empresarios productivos” era una alternativa viable que podía redundar en beneficios mutuos, no sólo para ellos, sino para toda la nación, si se lograba aplicar un nuevo modelo productivo. Dijo un empresario en dicho encuentro: “La Argentina tiene hoy coincidencia de la sociedad civil productiva: empresarios, industriales, constructores, productores agropecuarios, bancos, fuerzas sindicales. Es una coincidencia para la instrumentación de un proyecto nacional productivo de crecimiento y de largo plazo” (VII Conferencia Industrial, UIA).

De igual modo, Duhalde, también se movió rápido para capitalizar el momento de protagonismo que le dio el resultado electoral y entrar de lleno en la disputa interna del peronismo. En este caso, porque una vez pasadas las elecciones la pronta liberación de Menem parecía ser un hecho inminente. Por lo cual, Duhalde debía actuar antes de que ello ocurriera y aprovechar los tiempos para acotarle al riojano su poder formal dentro del PJ. Así, convocó de modo inmediato a un Congreso Nacional del PJ para forzar las definiciones en el peronismo de manera clara: los que fueran a ese Congreso demostrarían un alineamiento con el bonaerense, mientras que las ausencias serían leídas como un apoyo a Menem. Dicha llamada intentó ser frenada insistentemente por los tres gobernadores del PJ que encabezaban todas las encuestas en intensión de voto (De la Sota, Reutemann y Rucakuf) con el fin de no agrietar más al partido, puesto que ese evento podría desembocar en un peronismo desabalanceado o, incluso, en uno totalmente quebrado, del cual no podrían estos disponer como plataforma para una elección presidencial futura (Página 12 08/11/2001). Sin embargo, a pesar de las objeciones, Duhalde igualmente continuó con su plan y, para darle legitimidad a su Congreso, realizó distintas alianzas con la dirigencia del PJ de las provincias donde no gobernaba el peronismo, otorgándole así un tinte más federal al encuentro. La reunión se realizó el 10 de noviembre en Lanús, provincia de Buenos Aires. Allí, de los 916 congresales que debía tener, sólo eran necesarios 306 (un tercio del total) para sesionar y 459 (la mitad más uno) para aprobar resoluciones, lo cual hizo que el Congreso, al contar con 293 concurrentes bonaerenses, pueda ser controlado fácilmente por Duhalde con algunas alianzas menores. Las principales resoluciones que se hicieron fueron tres. Primero, desafiliar al PJ de la Unión Internacional Democrática (una liga mundial a la cual vinculó Menem al PJ y que estaba conformada por fuerzas de centro y de derecha, que integraban entre otros el Partido Republicano de los EE. UU. y el Partido Conservador inglés), luego, se fijó la fecha de la interna peronista para definir su candidato presidencial para el 2003, que se pautó para marzo de 2002 y, por último, se llevó a cabo el verdadero objetivo del encuentro, que era reducir el poder de Menem en el PJ. Empero, Duhalde no aprovechó la situación para atribuirse el liderazgo total del peronismo, sino que conformó un ente en el cual delegaba la jefatura partidaria en los 14 gobernadores con los que contaba el PJ y hacer con ello un guiño a estos últimos (La Nación 11/11/2001).

Pasados diez días de ese Congreso, se produjo finalmente la liberación de Menem, quien tampoco perdió tiempo para actuar políticamente. Así, al cumplirse apenas una semana de liberado, reasumió su poder en el PJ en una reunión extraordinaria del Consejo Nacional del peronismo, donde se proclamó candidato peronista para 2003 (La Nación 29/11/2001). De este modo, casi como un espejo, ambas reuniones, tanto la de Duhalde como la de Menem, medieron fuerzas uno contra otro, y donde este último pareció tener ventaja cuando logró llevar a su encuentro a ocho gobernadores del PJ, mientras que Duhalde sólo recibió el respaldo de tres. De todas formas, los gobernadores peronistas ya no parecían estar más dispuestos a ser meros observadores del viejo enfrentamiento del partido, sino que decidieron abrir su juego propio y ganar así el protagonismo que tanto anhelaban. De allí que el Frente Federal no temió usar su superioridad numérica para adueñarse de la presidencia del Senado y colocar a un hombre propio como vice-presidente del país, designando para esto al misionero Ramón Puerta. Duhalde, por su parte, replicó igual, ya que contaba con el bloque mayoritario dentro del peronismo en la Cámara de Diputados y se quedó con la presidencia de dicho cuerpo, ubicando allí al duhaldista Eduardo Caamaño como segundo en la línea de sucesión presidencial. Con el desplome final de la economía y de la convertibilidad, ambos puestos parecieron ocupar un lugar estratégico ya que a la Alianza el poder se le escurría como agua entre los dedos.

En este sentido, con la llegada de las restricciones bancarias al comenzar diciembre, conocidas como “corralito”, la situación social era cercana al estallido, y donde el gobierno de la Alianza estaba solo y aislado. Por lo cual, de modo casi similar al tándem formado por Duhalde y Alfonsín, y al frente social que estaban construyendo, De la Rúa apostó por sellar un acuerdo político con Carlos Menem como último sostén, de la misma forma en que lo había hecho en otras oportunidades, y armar entre ambos un polo de poder que pudiera mostrarse también como polisectorial y trasversal a los partidos políticos y que fuera viable para sortear la crisis. Así, el jueves 13 de diciembre se produjo un encuentro entre Menem y De la Rúa en la Casa Rosada, en el cual ambos declararon estar totalmente en contra de una devaluación, del default y pidieron formar un amplio acuerdo patriótico en el que estuvieran incluidas todas las fuerzas de la sociedad. Allí Menem habló de convocar a la Iglesia y a las Fuerzas Armadas, además de propagandizar su plan dolarizador desde la casa de gobierno. Dijo éste: “Estoy proponiendo una especie de acuerdo patriótico y sostengo en forma terminante que para un acuerdo de esa naturaleza es fundamental la participación de las Fuerzas Armadas y la Iglesia […] No queda otra salida que una especie de acuerdo con todos los sectores de la vida política, empresarial y militar” (Página 12 14/12/2001). La oposición bonaerense del peronismo cuestionó muy duramente el encuentro Menem-De la Rúa y las posibilidades a ello asociadas. Así, Ruckauf señaló al respecto: “Si los dos salen a decir las mismas cosas, son lo mismo. El nexo entre De la Rúa y Menem es Cavallo. Yo quiero otro modelo. Esa reunión fue la cristalización de una alianza para dolarizar, y estoy en desacuerdo. La dolarización es la consolidación económica de este modelo” (Página 12 16/12/2001). Duhalde fue más categórico aún: “De la Rúa y Menem son las dos vertientes, la radical y la justicialista de los que creen en este modelo, bastante en soledad en los partidos. Por eso no me extraña que coincidan y crean que esto va a solucionar sacando una fotografía de la realidad de hoy y prolongándola en el tiempo con la dolarización” (Página 12 16/12/2001). En este sentido, el encuentro pareció ser una movida desesperada del gobierno, no sólo para evitar su derrumbe inminente, sino para efectivamente dolarizar la economía. El Secretario General de la Presidencia, Nicolás Gallo, pareció ratificar esto al hacer un acalorado elogio sobre las ventajas de dolarizar: “América va hacia la dolarización, así como Europa fue a la moneda única. La gente cree que (con la dolarización) se pierde soberanía o se ata a los Estados Unidos, lo cual no es así […] Estamos a punto de entender que la economía puede funcionar de esa manera, que es la aplicación estricta de la ley de convertibilidad, o sea, la moneda única” (La Nación 17/12/2001)35. De igual modo, todos los gestos y señales que sobrevolaban el ambiente llevaron a actuar de inmediato a distintos actores, sobre todo los del “Núcleo Nacional”, para formar un amplio bloque anti-dolarizador, ya que el gobierno en la situación de ahogo y crisis como en la que estaba parecía dispuesto a tomar cualquier medida para sobrevivir. Por lo que, el Grupo Productivo y ambas CGT, presentaron un documento conjunto rechazando la dolarización (Clarín 09/12/2001). Desde el radicalismo se actuó en igual sentido. Ángel Rozas, presidente del partido, resaltó que hacer eso era “el peor camino de todas la alternativas” (La Nación 14/12/2001), Leopoldo Moreau sostuvo que legalmente no era posible de implementar dado que el presupuesto nacional, según la Constitución, debe calcularse en pesos (La Nación 18/12/2001), mientras que Alfonsín detestaba la idea desde hacia tiempo. A su vez, el gobierno del Brasil, a pesar de las diferencias que sostenía con el argentino, estimó que dolarizar haría inviable al MERCOSUR, destruyéndolo totalmente (Clarín 08/12/2001). Por último, desde el peronismo, los gobernadores sostuvieron en bloque una única posición: la dolarización jamás sería apoyada (La Nación 17/12/2001).

Sin embargo, los saqueos que se desataron en el interior del país forzaron aún más los tiempos y el caos. El mismo día de la cumbre Menem-De la Rúa se produjeron los primeros saqueos en la provincia de Mendoza y dos días después en la de Entre Ríos. Ambas provincias, gobernadas por el radicalismo, no habían podido hacer frente a una situación social cada vez más desbordada, como sí lo habían logrado hasta entonces las provincias peronistas de Santa Fe y Buenos Aires. Dentro de un clima social que mezclaba por igual hambre, desesperación, bronca y protesta, el peronismo bonaerense, controlado por Duhalde, el día 19 de diciembre se montó sobre esto para orquestar operaciones de descontrol, organizando con buena parte de su aparato político saqueos por todo el conurbano. Allí se prepararon bandas, liberaron zonas, se dio aviso previo a los medios de comunicación –que llegaron incluso antes de que ocurrieran algunos hechos- y hasta algunos intendentes, como el caso de Mariano West del partido de Moreno, encabezaron los saqueos junto a la policía provincial36. Los saqueos y las protestas sociales obligaron a De la Rúa a declarar el estado de sitio, el cual empero no detuvo las protestas que finalmente lo obligaron a renunciar.

El final de la presidencia de De la Rúa representó el retorno del peronismo al gobierno, ya que éste tenía mayoría en las dos Cámaras del Congreso. Así, podría digitar el destino político del país al controlar la Asamblea Legislativa, órgano constitucional que debía decidir cómo proceder. No obstante, tal como vimos, el peronismo estaba lejos de tener un contexto interno ordenado. La presidencia del país fue asumida por Ramón Puerta, representante del Frente Federal, quien aspiraba a ser designado para completar el mandato de De la Rúa y gobernar por dos años. Sin embargo, sus planes fueron dejados de lado, puesto que la fragmentación del peronismo era tal que el consenso partidario era imposible y se entendía que sólo una validación del voto popular podría darle legitimidad a un nuevo presidente en tiempos de crisis, amén de ser el medio más idóneo para definir el poder y la competencia dentro del PJ. Es decir, como dentro del peronismo ningún grupo, actor o facción estaba dispuestos a ceder espacios de poder, la resolución del proceso debía ir por un camino distinto al consenso interno. Por ello, se estableció que se convocarían a elecciones nacionales en 60 días (marzo de 2002), de las cuales tendría que salir electo el nuevo presidente del país. Dichas elecciones se harían bajo la modalidad de la ley de lemas, lo que le permitiría al peronismo convertir a esas elecciones en su interna nacional, resolver su disputa de liderazgos y obtener de ese modo fácilmente la presidencia. Entretanto, un peronista debía gobernar la nación por un plazo no mayor a tres meses y hacer lo que se consideraba el “trabajo sucio”: abandonar la convertibilidad y declarar la cesación de pagos, ya que ambos compromisos eran imposibles de seguir manteniéndose. La persona elegida para conducir la transición provino nuevamente del Frente Federal y fue el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá. Empero, desde el día en que asumió el nuevo presidente, con un grandilocuente discurso inaugural, pareció dejar en claro que no respetaría los acuerdos pactados, sino que ambicionaba gobernar más allá del plazo establecido, forjando distintos tipos de alianzas y estrategias para lograrlo37. Fue aquí que, una vez más, el poder del aparato bonaerense volvió a actuar, cuando a los cinco días de asumir Rodríguez Saá éste sufrió hechos de violencia y descontrol nada menos que en el Congreso de la Nación (que fue prendido fuego desde adentro) y en la Casa Rosada (donde se intentó algo similar). Así, al otro día de estos hechos, Duhalde advirtió que si Rodríguez Saá no cumplía lo establecido temía que se desatara en el país “una especie de guerra civil”: “Yo temo a hechos muy violentos, a una especie de guerra civil en la Argentina […] Es imperioso hacer que los espíritus se vayan cambiando, que los gobiernos no se equivoquen, no se puede hacer cualquier cosa. Creo que el Presidente [Rodríguez Saá] va a escuchar y estoy convencido de que va a rectificar políticas” (La Nación 29/12/2001)38. Estos hechos hicieron que todo el gabinete de Rodríguez Saá renunciara de inmediato y se convocó a una reunión urgente de gobernadores peronistas en Chapadmalal para forzar nuevas definiciones de apoyo o abandono al nuevo presidente. Mas, sin el respaldo esperado, Rodríguez Saá se vio obligado a renunciar apenas una semana después de asumir y a dejar al Frente Federal sin espacios para maniobrar. La crisis pareció seguir profundizándose sin contar con una solución a la vista, puesto que la salida debía darse necesariamente por el peronismo, pero dos de sus tres principales facciones se hallaban fuera de juego: el Frente Federal se había comenzado a desmoronar39 y el menemismo tenía una veda legal sobre su líder para que éste pudiera asumir como presidente. Todo ello hacía que los polos de poder dentro del peronismo se terminaran por reducir sólo a la opción duhaldista (Zícari, 2012a).

En este caso, a ninguno de los protagonistas se le escapaba que Duhalde contaba con cinco características claves en un momento como ése. En primer lugar, como ya señalamos, dentro del peronismo no parecían haber más alternativas dado el naufragio o la imposibilidad de las otras facciones. Por su parte, de proseguir la ambición de realizar elecciones en marzo bajo ley de lemas, el caudal electoral conseguido por Duhalde apenas dos meses atrás en octubre se mostraba como suficiente para imponerse por sí solo como la lista peronista más votada y, con eso, acceder así a la presidencia, ya que en octubre había aportado 2 de los 5 millones de votos obtenidos por el peronismo. Es decir, no le era muy difícil al duhaldismo triunfar por sus propios medios. En tercer lugar, bajo el ala de Duhalde se había logrado unir una amplia coalición o bloque de poder que reunía una extensa lista de fuerzas sociopolíticas, que iban desde los empresario de la Unión Industrial Argentina y el Grupo Productivo, sectores sindicales de la CGT y de la Iglesia Católica, hasta integrantes de distintos partidos políticos, como el Frepaso, Acción por la República, partidos provinciales y –sobre todo- los sectores bonaerenses y alfonsinistas de la UCR y del peronismo, muchos de los cuales eran parte del MPA. En cuarto lugar, todo ello también convergía en contar con un programa económico a llevar a cabo para enfrentar la crisis de la convertibilidad, el cual, no sólo era respaldado por buena parte de la coalición que conducía Duhalde, sino que ya venía circulando desde su campaña presidencial en 1999, cuando declaró al modelo como “agotado” (Duhalde, 2007: 119). Por último y fundamental, la mayoría de sus rivales políticos comprendía la capacidad con la que contaba el aparato político duhaldista para realizar acciones desestabilizantes, como habían sido los saqueos, el incendio del Congreso o el intento de copamiento de la Casa Rosada, acciones que habían funcionado tan efectivamente para poner fin a las presidencias de De la Rúa y Rodríguez Saá. De allí que, en ese contexto, el poder de veto duhaldista fuera un arma a considerar con sumo cuidado para lograr cualquier salida viable de una crisis que parecía devorarlo todo a su paso. De esta manera, frente al dilema de mantener la opción de llamar a elecciones de manera pronta, alentando la competencia y rivalidad interna del peronismo, así como las incertidumbres sobre sus consecuencias (pero que era un camino que otorgaba validez y legitimación al vencedor con el voto popular), se optó por apostar ahora por un programa y liderazgo de consenso, reemplazando “la salida electoral” por “una salida parlamentaria” (si bien lucía como menos legitima, era más segura en términos institucionales), algo que había sido imposible tan sólo una semana atrás, cuando asumió Rodríguez Saá. El peronismo ahora no tenía ya candidatos propios de peso para imponerse por sí solos, debiendo recurrir a un profundo acuerdo, que superara incluso su propia crisis interna. Para los protagonistas, la situación no podía admitir mayor incertidumbre, puesto que no contaban con márgenes para nuevos errores. Con el colapso de la Alianza, el naufragio abrupto de Rodríguez Saá y una creciente furia ciudadana (alimentada con condiciones económicas deplorables), no era improbable que un pronto llamado a elecciones repitiera un fenómeno como el “voto bronca” como el sucedido apenas dos meses atrás –salvo que ahora, se trataría de una elección presidencial-, dejando a las instituciones al borde del abismo y la anarquía.

Así, con la renuncia de Rodríguez Saá, la presidencia recayó sobre el siguiente en la línea sucesoria, el duhaldista Eduardo Camaño, y se optó por que la designación de Duhalde se realizara con un amplio consenso y con ciertas pautas establecidas. Por lo que Duhalde asumió con el apoyo de 262 de los 301 votos (87%) de la Asamblea Legislativa (cuando el puntano había logrado casi lo justo para eso, con 169 votos y sin el apoyo del radicalismo). Además, se acordó que su gobierno no sería por tres meses sino por dos años, hasta completar el mandato de De la Rúa, con lo cual se suspenderían de inmediato las elecciones presidenciales de marzo. Del mismo modo, el bonaerense hizo un gesto de pacificación puertas adentro del peronismo, prometiendo públicamente no postularse como candidato presidencial una vez concluido su mandato en 2003. También logró que hombres de otras fuerzas se sumaran a su gobierno para presentarlo como un acuerdo transversal y de base parlamentaria. Esto fue claramente expresado con los dos ministerios con los que contó la UCR, el inclaudicable apoyo recibido por el alfonsinismo, la designación de la vice-jefatura de Gabinete de un frepasista y la del menemista Daniel Scioli a su gobierno40, aunque no se logró que otros partidos (como el ARI) participaran del nuevo gobierno a pesar del ofrecimiento recibido (Página 12 02/01/2002). Del mismo modo, se realizaron acuerdos con el sindicalismo, la Iglesia Católica y todos los gobernadores peronistas, a excepción del santacruceño Néstor Kirchner, que continuó reclamando por la realización de elecciones prontas. Por su parte, el delfín político duhaldista, el gobernador Carlos Ruckauf, fue incorporado como Canciller. También creó el ministerio de la Producción, entregado a la principal espada mediática del Grupo Productivo, el presidente de la UIA, De Mendiguren que se convirtió en ministro. Con ello, señaló Duhalde, se podría “terminar con la alianza que perjudicó al país, que es la alianza del poder político con el poder financiero […] [y] construir una nueva alianza, la alianza de la comunidad productiva […] porque la comunidad productiva es la que debe gobernar el país” (Página 12 05/01/2002). A partir de allí, se llevaron a cabo los principales pilares del programa productivo, al devaluar la moneda, pesificar las deudas bancarias, mantener el default declarado por Rodríguez Saá, duplicar los costos de los despidos laborales, congelar las tarifas de las empresas de servicios públicos privatizadas y aplicar un inmenso plan de ayuda social para jefes de hogares desocupados –el cual llegaría en poco tiempo a los dos millones y medio de beneficiados- financiado principalmente con la aplicación de retenciones a algunas exportaciones, como alimentos e hidrocarburos (lo cual quebró al Grupo Productivo, al irse en disconformidad CRA por esto). Bajo estas condiciones se atisbaba contar con el esquema y respaldos suficientes para que el plan productivista, de abandonar la convertibilidad, aplicar una salida exportadora y que favoreciera el mercado interno, lograra primero funcionar y luego sostenerse en el tiempo, planteando así el tan mentado “cambio de modelo económico”.

5- Conclusión. De la derrota a la presidencia: los laberintos del poder duhaldista

A lo largo de este trabajo hemos intentado repasar la trayectoria política de Duhalde entre 1999 y 2001, buscando enfatizar que el camino desde la derrota electoral a la presidencia del país fue bastante complejo. De ningún modo lo sucedido en 2001 estuvo escrito desde 1999, ya que el desenlace del proceso analizado y la crisis política fue algo acelerado, sumamente caótico y con muchos elementos que terminaron combinándose de modo imprevisible. En este sentido, no resulta acertado exagerar el poder del aparato político bonaerense que Duhalde condujo. Es decir, si bien este último recurso terminó por volverse determinante durante la caída final de la Alianza y para resolver la disputa del peronismo una vez que éste debió hacerse cargo del gobierno, el mismo no fue infalible ni tampoco un poder total, baste decir que el duhaldismo contó con traspiés electorales en 1997 y 1999 en su propio distrito, y que nunca le bastó para controlar el PJ o tener holgados triunfos, ya sea en su elección presidencial en 1999 como durante la legislativa de 2001. Del mismo modo, tiempo después, durante su presidencia, Duhalde tampoco estuvo a salvo de debilidades y embates en su contra –y que en más de una ocasión casi lo llevaron a naufragar-, amén de que debió llamar a elecciones anticipadas y que sólo pudo acceder al gobierno en condiciones excepcionales, con un mandato que –por su propia debilidad- duró menos incluso que el de la Alianza. La riqueza del poder duhaldista durante el proceso analizado más bien tuvo otros componentes.

En primer lugar, debemos considerar que Duhalde hab ía logrado tener un temprano reacomodamiento con respecto al menemismo, el neoliberalismo y a la convertibilidad, en el cual, después de haberlos respaldado y de haber sido un socio fundamental del proceso que los apuntaló, logró mutar a un rol primero distante y crítico, y luego abiertamente opositor, con lo que pudo asumir un perfil de figura anti-modelo en un contexto político y económico de creciente descomposición. De esta manera, y en segundo lugar, este posicionamiento le fue permitiendo aglutinar un amplio tejido de actores de todo tipo (polisectorial y multipartidario) inicialmente disconformes con el modelo y la situación, y que iría creciendo en pos del rechazo al status quo vigente –ya sea por interés económico, por una mirada programática o por simple desesperación y elección de la salida productivista como la menos peor de las alternativas en juego-. Con lo cual, lograr el apoyo y dirección de varios actores y grupos que confluyeron detrás de su liderazgo también fue un factor que permitió darle viabilidad a su proyecto, para realizar un movimiento desde la periferia de la escena política a su centro. Es decir, frente al desmoronamiento del poder que vivió el país durante el tramo final del gobierno de la Alianza, el duhaldismo, sus aliados y programa lograron no sólo agrietar activamente las ya débiles fuerzas del gobierno, sino también hacerlo como uno de los pocos grupos sociales que tuvieron cierta integración y coherencia en un contexto en el que todo lo sólido se desintegraba en el aire. Por ello, mientras la crisis aumentaba, la legitimidad política se perdía y el suelo se hundía, el polo de poder duhaldista logró resistir frente al resto de los actores que parecían ahogarse o no contar con la suficiente fuerza y capacidad para disputar con firmeza una alternativa de salida a la crisis. De este modo, finalmente fue allí –y sólo allí- cuando otros grupos y lógicas asomaron incipientemente que la capacidad y el uso decidido de las herramientas de desestabilización políticas que Duhalde puso en juego –vía la territorialización del poder que expresó el PJ bonaerense- es que ahora sí devinieron perentorias para constreñir esas alternativas y encumbrar así a su figura sobre el cierre del proceso, momentos en que el caos y la fragmentación política impedían diagramar otro tipo de salida a la situación por fuera de su apoyo. Es decir, mientras otras opciones o polos se desintegraban sin encontrar la suficiente pregnancia, la opción duhaldista se mostró como la más sólida, integrada y con menores resistencias. Así, en un camino en el que pudo combinar astutamente un efecto tenaza de coerción y consenso, llegó a coronar el éxito político que alguna vez le fuera negado.

Notas

1 Para un repaso de las visiones económicas, ver Rapoport (2005, 924-930), para algunas visiones políticas Bonvecchi (2006), para una revisión crítica y exhaustiva de los distintas explicaciones sobre el 2001, Zícari (2016a).

2 Por ejemplo, Duhalde señaló tempranamente, “aunque a alguien no le guste yo soy el candidato natural del partido para el 99” (Clarín 30/05/1997).

3 Recordemos que en las elecciones de 1997 Duhalde no sólo fue derrotado en su provincia por la Alianza, sino que ésta también se impuso en los lugares donde se encontraban los gobernadores peronistas más cercanos del proyecto duhaldista: Jorge Obeid (Santa Fe), Arturo Lafalla (Mendoza) y Jorge Busti (Entre Ríos), lo que significaba que sus virtuales aliados habían salido sumamente debilitados de esas elecciones. En contraposición a esto, muchas de las listas del PJ alineadas con Menem pudieron sin embargo vencer en sus provincias (La Rioja, Jujuy, La Pampa y Corrientes). Es por ello que dentro del peronismo se quiso crear la sensación, por parte de los menemistas, de que sólo Menem podría garantizar un triunfo del partido en 1999.

4 Un resumen del programa presentado por Duhalde para ésa elección y las resistencias que encontró (aún en su propio partido) se puede encontrar en “El plan anticrisis de Duhalde la pasó mal en el Senado” (Clarín 02/09/1999).

5 Los motivos por los cuales se realizaron los desdoblamientos electorales fueron dos. El primero fue la fuerte presión realizada desde la presidencia de la Nación –por parte de Menem- para que esto ocurra y así perjudicar las chances de Duhalde. El segundo motivo fue la desconfianza de los gobernadores sobre si unir las elecciones de sus provincias con las nacionales podría beneficiarlos o, más bien, perjudicarlos. El caso que ilustra bastante bien este temor en muchos gobernadores peronistas con respecto a Duhalde lo representó la provincia de Entre Ríos. En ella no se habían logrado desdoblar los comicios, así la Alianza obtuvo el 51,4% de los votos para la lista presidencial y 49,1% para la de gobernador, otorgándole a esta última el arrastre determinante para vencer a la lista del PJ que logró el 47,5% para la gobernación y 40,9% para la presidencial. Con lo cual, muchos entendieron que la Alianza le arrebató la provincia al PJ por culpa de la mediocre performance electoral de Duhalde. No obstante, e irónicamente, Duhalde, durante su campaña presidencial quiso utilizar el desdoblamiento a su favor, así señaló: “Con Santiago del Estero ya ganamos la séptima provincia sobre diez, por lo que sacamos una diferencia de 600 mil votos […] De la Rúa va ganando [en las encuestas sólo] mientras no haya elecciones” (Clarín, 25/08/1999). Para un análisis de la dinámica del peronismo hasta 1999, ver Silletta (2001) y Mustapic (2002).

6 Si bien Duhalde dos meses antes de las elecciones desesperadamente quiso plantear un leve viraje y señaló que para él “la consigna sigue siendo Convertibilidad o muerte” (Clarín 20/08/1999), no pudo revertir las tendencias previas ni tampoco modificar el camino sobre el cual se había dirigido su campaña.

7 Más precisamente, fue sólo el acuerdo electoral entre el PJ y APR el que explica la victoria de Ruckauf, acuerdo que sólo se hizo para la designación común del candidato al ejecutivo. En el resto de los casos, cada partido presentó sus propios candidatos (diputados, senadores provinciales, etc.). En cambio, el acuerdo con la UCeDé fue total, ya que esta última agrupación no presentó ningún candidato propio por fuera de los del PJ. A su vez, si se ve con detalle el cuadro 2, se notará que la performance de la unión entre el PJ y la UCeDé no cambió prácticamente nada a lo sucedió por parte del PJ en 1997, sino que simplemente en 1999 la base de votos justicialista se distribuyó entre una lista oficial (la del PJ) y una “espejo” (UCeDé).

8 Ver “Duhalde reabrió su inmobiliaria” (Clarín 16/05/2000).

9 Los principales líderes del “Frente Federal” eran: Néstor Kirchner (Santa Cruz), Adolfo Rodríguez Saá (San Luis) y Carlos Romero (Salta). Por su parte, el ex gobernador de Misiones Ramón Puerta fue uno de los coordinadores generales del Frente, ya que no contaba con cargo de gobierno alguno, disponiendo de más tiempo por ello. Los otros gobernadores del Frente eran: Eduardo Fellner (Jujuy), Julio Miranda (Tucumán), Carlos Manfredoti (Tierra del Fuego), Carlos Juárez (Santiago del Estero), Gildo Insfrán (Formosa), Ángel Maza (La Rioja), Rubén Marín (La Pampa) y Carlos Rovira (Misiones).

10 Ver “Quieren a De la Sota candidato” (Clarín 10/07/2000), “Ruckauf arma su proyecto predidencial” (La Nación 23/06/2000), “Intendentes del PJ en Rosario ya hablan de Reuteman candidato” (Clarín 01/07/2000).

11 Por ejemplo, en La Pampa, el Senador Carlos Viera estaba enfrentado al gobernador de su provincia, Rubén Marín. En Formosa, sucedía otro tanto entre Carlos Branda, que era la línea opuesta al gobernador Gildo Insfrán. En la Rioja, Jorge Yoma (Senador) estaba decidido a enfrentar a Eduardo Menem (Senador) en las internas partidarias, cosa realizada por ambos en 2001. En Entre Ríos, si bien gobernaba un radical, Augusto Alasino necesitaba construir una línea propia para poder disputar la gobernación en la próxima elección. Sobre esto: “Analiza la ruptura del bloque peronista en la Cámara Alta” (La Nación 05/01/2000).

12 Ver al respecto “Ruckauf lo ve a Moyano como aliado sindical” (Clarín 20/08/2000). “Reuteman y Daer: una foto y bastante cautela” (Clarín 17/08/2000), “La CGT juega el juego del PJ” (Clarín (20/08/2000).

13 Ver “Menem apura la dolarización de hecho” (La Nación 28/05/1999) “Menem viajará a Dallas para hablar de la dolarización” (La Nación 06/01/2000), “Menem: dolarizar es hoy la única opción” (Clarín 14/08/2000).

14 “Sin grandes cambios en el PJ bonaerense” (La Nación 21/12/1999).

15 El PJ tiene dos instituciones principales: el Consejo Nacional Justicialista (CNJ) y el Congreso Nacional Justicialista (CgNJ), a cargo de Menem y Duhalde respectivamente. El primero reúne a todos los titulares de los ejecutivos gubernamentales que tenga el peronismo (gobernadores y, si hubiera, presidente), el segundo es el que agrupa a las estructuras partidarias provinciales.

16 “Duhalde también adhiere a la marcha contra el FMI” (Clarín 25/05/2000).

17 “Voces de condena en el debate público por la deuda” (Clarín 23/08/2000).

18 “Alfonsín y Duhalde salen en busca de un espacio común” Clarín (07/06/2000).

19 Ver “Cavallo recibió un nuevo respaldo de Duhalde” (Clarín 28/04/2000).

20 Además, debemos recordar que, igualmente, los principales denunciantes de dichos sobornos fueron también del PJ. Primero el histórico senador peronista Antonio Cafiero y luego el sindicalista Hugo Moyano, el cual le atribuyó la frase al ministro de Trabajo Flamarique “[para los Senadores] tengo la Banelco”.

21 Ver “Senado: el PJ mantiene bajo presión a la Alianza” (Clarín 16/06/2000).

22“La visita de Menem a De la Rúa todavía hace olas en la Alianza” (Clarín 14/09/2000).

23 “Duhalde lanza un movimiento antimodelo” (La Nación 09/12/2000), “Duhalde arma un grupo productivo” (Clarín 22/12/2000).

24 “También Duhalde abraza a Cavallo” (Clarín 01/04/2001).

25 Para una abordaje y análisis de las principales medidas económicas del 2001, ver (Zícari, 2014a).

26 “Firme apoyo de los banqueros al Gobierno” Clarín (05/07/2001).

27 Un antecedente importante para la reunión entre políticos, empresarios y sindicalistas fue “La Mesa del Consenso” auspiciada por la Iglesia Católica, ver (Clarín 18/12/2000), también “Duhalde, Moyano y Farinello, un trío para condenar el modelo” (Clarín 06/05/2001)

28 Ver “Duhalde y Alfonsín salen a impulsar un nuevo movimiento empresario” (Clarín 22/06/2001).

29 Ver “Diputados: el PJ estrena tres bloques” (Clarín 09/05/2001)

30 “Empresarios y sindicalistas le rezan a la unidad nacional” (Página 12 10/08/2001), “Las CGT y la UIA señalaron la necesidad de reactivar el sector productivo” (La Nación 27/08/2001).

31 “Duhalde proyectaría ser jefe de Gabinete después de octubre” (La Nación 30/08/2001)

32 La ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, reforzó lo mismo: “Quieren mover el poder hacia un eje radical-peronista, en contra de la nueva alianza del Gobierno. De golpe nos encontramos que se quería poner el 14 de octubre como el "Día D" y esto planteaba un intento no de ayudar al Presidente, (sino) de querer desplazar el poder […] ayer, el Presidente lo destacó muy bien […] Cuando estamos discutiendo estos problemas, no son cosas que luego no repercuten en la gente; cuando decimos déficit cero, sabemos que es duro, pero la devaluación es terrible. [Hugo Moyano no puede] hablar abiertamente [sobre esa posibilidad] No saben lo que significa en la realidad de cada uno de los argentinos [esa medida] […] [De la manera en que hablan] suena como un camino para elegir la propuesta” (La Prensa 08/09/2001; La Nación 08/09/2001).

33 El revuelo que despertó la denuncia sobre un “complot” a pesar de su fuerte repercusión se apagó igualmente pronto. Primero, porque De la Rúa y Alfonsín hicieron pronto las paces, puesto que el segundo sería, de todos modos, el candidato oficial de la Alianza en la provincia de Buenos Aires, lo que hizo que ambas partes dejaran atrás el tema. Además, porque pocos días después de dichas denuncias se produjo el atentado a las Torres Gemelas en EE. UU., lo cual cubrió monotemáticamente toda la agenda política por largo rato. Ver “De la Rúa y Alfonsín ahora cierran filas por la campaña” (Clarín 10/09/2001) y (Zícari, 2016b). Sin embargo, como una estrategia de campaña el gobierno volvió a agitar el fantasma del complot días antes de las elecciones para victimizarse y evitar de esa forma un marcado triunfo del PJ, señalando que una victoria peronista haría subir la desconfianza económica. Así, el vocero presidencial Baylac insistió: “Existe una estrategia del peronismo para propagar la ingobernabilidad y que el Gobierno entregue antes el poder y convoque a elecciones en forma anticipada […] El PJ juega a esto y es muy inconveniente para el país ante el mundo. Provoca la subida abrupta del riesgo país; es una falta de seriedad y de responsabilidad”. Aunque después en la misma nota moderó sus acusaciones: “no es que exista un plan orquestado para provocar la caída del Presidente, sino un diagnóstico común [en la oposición]” (La Nación 05/10/2001).

34 Un análisis de la elecciones de octubre de 2001 y sus consecuencias políticas se puede encontrar en (Zícari, 2014c).

35 El gobierno había dado otras señalas sobre una pronta dolarización. Primero, había enviado Fernando de Santibañes, principal promotor de dolarizar dentro de la Alianza, a Washington para negociar cómo hacerlo (Clarín 07/12/2001, 16/12/2001). Luego, se habló públicamente que, de agudizarse la crisis, antes que devaluar, el gobierno preferiría dolarizar (Clarín 08/12/01). Por su parte, según las noticias que circulaban por los medios de comunicación, el plan dolarizador hubiera tomado la siguiente forma: “Un conjunto de banqueros, jefes de empresas privatizadas y líderes de firmas extranjeras le propusieron al Gobierno un plan para enfrentar la crisis, que tiene como eje central dolarizar la economía. La propuesta tiene un condimento político: los hombres de negocios quieren que esa movida esté acompañada con un acuerdo político entre Fernando de la Rúa y el ex presidente Carlos Menem, para darle gobernabilidad a la Argentina. Así, los grupos económicos que tuvieron beneficios en la última década estarían dispuestos a aportar unos 10.000 millones de dólares para fortalecer las reservas del Banco Central. El aporte no sería unilateral sino que tomaría la forma de un adelanto de impuestos. La iniciativa tiene entusiastas activistas entre banqueros como Enrique Ruete Aguirre, Emilio Cárdenas, Carlos Rohm, así como el titular de Repsol-YPF-, Ranero Díaz y dirigentes como Fernández Prida, de Telefónica de Argentina. Los hombres de negocios sostienen que el plan tiene que terminar con un recambio de la conducción económica y obliga a un relevo del ministro Domingo Cavallo. Para reemplazarlo tienen tres candidatos: la vuelta de dos menemistas, como Pedro Pou y Roque Fernández, como fruto del acuerdo con el menemismo. También la reinstalación del fugaz ex ministro de Economía Ricardo López Murphy. Fernando de Santibañes impulsa la iniciativa en las cercanías del Presidente de la Nación. Para eso montó un ejército de colaboradores que fogonean la dolarización por diversos medios. Santibañes —por ejemplo— auspicia una campaña de desgaste contra el titular del Banco Central. Sostiene que la dolarización tendría que estar acompañada de un retoque cambiario. Así, según la óptica financiera, se salvaría el modelo económico, que en estos días está sujeto a fuertes turbulencias. Los hombres de negocios ya hablaron del tema con Carlos Menem. Para el ex presidente sería una reivindicación participar de ese acuerdo. También la propuesta está en la mesa del Presidente [De la Rúa]. El propio Cavallo está notificado de la jugada. Ayer los empresarios solicitaron una entrevista con el titular de la UCR [para también proponérselo]” (Clarín 07/12/2001). Ver también “Oh no, lo hizo de nuevo” (Página 12 09/12/2001).

36 Un abordaje, análisis y algunas descripciones sobre estas jornadas se encuentran en (Zícari, 2012b).

37 Para un análisis de las alianzas, objetivos y disputas durante la breve pero intensa presidencia de Rodríguez Saá, ver (Zícari, 2012a)

38 En su libro de memorias Duhalde señaló: “[m]e preocupé cuando, después de anunciar el default, Rodríguez Saá declaró con mucho énfasis: ‘A la convertibilidad hay que preservarla’ […] No escuchó a quienes aconsejaban firmar el acta de defunción de la convertibilidad, ya insostenible. No se animó a enfrentar a la opinión pública con la verdad del derrumbe […] La actitud exaltada y la vorágine que imprimía Rodríguez Saá a su tarea se volvieron rápidamente en su contra. No supo ver que uno de los requisitos centrales para gestionar en esos momentos era el respecto por los compromisos y por la palabra dada a la sociedad, al Parlamento y a sus pares. Como él se había comprometido a llamar a elecciones, preparar las condiciones para hacerlo debería haber sido su principal actividad de gobierno. Intentó eludir ese compromiso […] Un grupo de diputados vino a verme una tarde a mi despacho en el Senado. Uno de ellos, que actuó como vocero, me dijo: ‘Nosotros creemos que el puntano tiene una gran expectativa de poder quedarse dos años más. En vez de ver cómo organiza todo para llamar a elecciones está haciendo todo rápidamente para quedarse y terminar el mandato de De la Rúa. Todo es sobreactuado con ese único fin’ ” (Duhalde, 2007: 121-129).

39 Puerta relató: “En la segunda crisis vi que no teníamos los números del Frente Federal para nuevamente imponer otro presidente. Yo fui presidente del Senado por el Frente Federal, Adolfo [Rodríguez Saá] fue presidente de la República impulsado por ese Frente Federal, núcleo mayoritario del peronismo. Después de la crisis de Chapadmalal quedamos divididos. Kirchner no vino, habíamos perdido la conducción interna del peronismo y yo ya no tenía ninguna posibilidad de poner a otro miembro del Frente Federal de presidente, ni siquiera yo” (Fontevecchia, 2007: 276).

40 Si bien Menem no estuvo de acuerdo con la designación de Scioli, sí apoyó públicamente –y con los votos de sus legisladores- la llegada de Duhalde a la presidencia (Página 12 03/01/2002).

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Recibido: 20/05/2016.
Aceptado: 17/08/2016
Publicado: 15/09/2016

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